Hablar en terminología crítica de la democracia es considerado sacrilegio hoy día. La mayoría de la población mundial piensa en la democracia como el más noble de los sistemas. Los que están en ella la consideran la principal razón del bienestar y progreso alcanzado en sus respectivas sociedades.
La mayoría de los modernos piensan que todos los sistemas de la antigüedad fueron un mal sueño que duró toda una eternidad. Si aquellos bárbaros hubieran descubierto la democracia; cuantos milenios de barbarismo y oscuridad se podrían haber evitado. El objetivo es, pues, una mayor profundización en la democracia.
La raíz de todos los problemas que siguen habiendo en el mundo es por tanto la escasez de democracia. Tanto en los países desarrollados, donde esta es ineficiente por ser insuficiente, así como en los países subdesarrollados; los cuales solo han de mejorar la democracia existente y fomentar las políticas de estado del bienestar (igualitarias) para alcanzar a sus envidiados países ricos.
¿Pero cómo fue posible el advenimiento de la democracia de sufragio universal? ¿Por qué no se produjo antes? ¿Por qué en aquellos sitios donde se intentaron sistemas semidemocráticos duró tan poco el experimento?
Lo que no entienden las masas es que el triunfo de la ideología igualitaria es el germen de su propia destrucción.
Dentro de poco veremos el colapso de la democracia.
El escape de la trampa maltusiana
Las condiciones materiales de la humanidad permanecieron constantes durante casi toda la existencia de la historia conocida. Variaciones moderadas siempre existieron entre las diferentes sociedades en las épocas antiguas y entre estas y las modernas previas a 1980.
En Babilonia durante el periodo que va de 1800 a 1600 A.C., el salario de un trabajador medio podía comprar aproximadamente 15 libras de trigo (aunque esto variará mucho dependiendo del momento de la era Babilónica que se estudie; no es lo mismo su primera fase que la final).
En Inglaterra en 1800 D.C. el salario medio permitía la compra de 13 libras. Aunque la diferencia parezca muy grande entra dentro de los niveles de los datos que se tienen en los últimos 3000 años, en los cuales las variaciones de salario “real” entre las sociedades pueden llegar a ser de 2 a 1 y de 4 a 1 en casos extremos. Esto cambió de la noche a la mañana en los últimos 200 años.
A pesar de los avances tecnológicos a lo largo de la historia, la humanidad no pudo mantener avances en la renta per cápita, pues a cada mejora tecnológica en los métodos de producción y su subsecuente aumento de productividad, se producían aumentos de población.
Trampa Malthusiana
Parece que hay una ley natural que impide al hombre mantener sus pantalones puestos una vez que encuentra una pequeña mejora en las condiciones. Esto es la trampa maltusiana: cuando la humanidad vivía en “equilibrio” con la naturaleza.
Durante la segunda mitad del milenio pasado y sobre todo a partir de 1800 esa trampa, esa imposibilidad de romper esa barrera fue rota. Con la Revolución Industrial se produjo un incremento de la productividad tan grande que ni siquiera el masivo incremento de la población pudo mantener el ritmo.
Previamente a 1800 el ratio de mejora tecnológica siempre estuvo por debajo de 0.05% por año. Si se producía algún periodo de tiempo con una mejora tecnológica más sustancial, el incremento de la población fue el siguiente paso, volviendo a poner la renta per cápita en niveles parecidos a donde había estado previamente.
El ratio de mejora tecnológica de la actualidad es 30 veces superior al 0.05%. Con un aumento de la productividad tan grande la población no pudo mantener la carrera. A pesar de que las mujeres europeas tuvieron más hijos y menos mortalidad infantil que nunca, no se logró disminuir la renta per cápita. Por decirlo así: la población aumentó un 2% al año mientras la productividad aumentaba un 10; y eso en un proceso de más de cien años. El resultado: la renta per cápita de las sociedades europeas y sus descendientes, alcanzaron niveles que multiplicaban por 10 las anteriores cifras. Pero este cambio no vino solo. Pues a una acción siempre le sigue la reacción. Lo que cambió de manera dramática fue la mentalidad, la psique de los pueblos europeos y en menor medida del norte de Asia (sobre todo Japón).
En la escasez la mentalidad humana no tiene mucho espacio para el altruismo; en la abundancia, el altruismo se apodera de la psique humana. Es así que el Socialismo se convirtió en la filosofía de nuestra era. Pero los ciclos de la vida son inmutables. El Socialismo tiene consecuencias y esas consecuencias serán presentadas por la naturaleza en forma de cheque a cobrar en su debido momento.
Modelo malthusiano
En el modelo malthusiano la población vivía de la manera más “natural” posible. No había mucha diferencia entre la sociedad humana y la vida animal. El que es visto como el mayor mal de la sociedad humana, la guerra, no venía a ser otra cosa que un método de control de población de carácter profundamente eugénico; al igual que la lucha por los leones machos por el dominio de la manada y el derecho a procrear. Los débiles, menos inteligentes y vagos tenían menos posibilidad de ser exitosos en la larga carrera de la procreación. Cierto es que en ocasiones el vago tendría más hijos que el diligente, o el menos inteligente que el más inteligente; pero en términos generales la tendencia siempre fue a favor de aquellos con mejores genes y comportamientos con más baja preferencia temporal, o dicho de otra manera: aquellos que miraban por el futuro.
En condiciones como las maltusianas, en las cuales la renta per cápita permitía una vida apenas por encima del nivel de subsistencia, las instituciones como la ONU y las políticas de redistribución mundiales y de paz, no tenían sentido. Si alguna sociedad intentaba encaminarse al camino del bolchevismo en la antigüedad su camino resultaba más bien corto. No había lugar para cantos de sirena.
Malthus e Inglaterra
En la Inglaterra pre-industrial desde 1200 los ricos tenían el doble de hijos que los pobres; aunque estoy seguro que si pudiéramos ir más atrás en el tiempo también encontraríamos esos datos. Lo que ocurre es que los datos de testamentos fiables datan de 1200. Esto va en consonancia con lo que se podría esperar en ausencia de políticas de redistribución y “Estado del Bienestar” (o malestar). Los individuos pobres no tenían pues demasiados incentivos para tener hijos.
El movimiento en la cadena de la población iría de arriba abajo.
Como es evidente que los hijos de los más exitosos económicamente irán ocupando cada vez un mayor número de puestos en la sociedad, son los mejores genes los que se van asentando poco a poco en la población de tal manera que podemos decir que la sociedad británica (así como las europeas, aunque el caso más acusado fue el británico probablemente) experimentó una aristocratización de la sociedad. Si aquellos que eran el 20%, tenían el 70% del ingreso de la nación, y tenían el 60% de los hijos, por decirlo de una manera, solo era cuestión de tiempo que los genes de los individuos pobres fueran siendo cada vez más residuales.
Los hijos de artesanos se convertían en simples operarios y los de grandes terratenientes en pequeños propietarios. Así es que se fue forjando la flema británica. Causa de su espectacular triunfo así como su presente decadencia y futuro colapso. La era maltusiana fue la constante acumulación de capital genético. El resultado de esa acumulación de capital hizo que despegara la Revolución Industrial en Inglaterra y en sus naciones hermanas europeas.
El papel del Estado en la era maltusiana
La visión actual del despegue de la Revolución Industrial varía dependiendo del punto de vista. Un dato curioso es el punto que defienden buena parte de los liberales: que la Revolución fue el resultado de cambios institucionales importantes con el fin del absolutismo y la implantación de los parlamentarismos populares y la democracia liberal. Que anteriormente, no había en Europa la base institucional de protección de derechos de propiedad necesaria y por tanto el desarrollo estaba estancado.
Este punto de vista no puede estar más alejado de la realidad. De hecho es a la realidad como el día es a la noche. Un punto de vista no muy diferente del que tienen la mayoría de las masas estatólatras; solo que estas piensan que el gran progreso actual es causa de la implantación del Estado del Bienestar y la Democracia. Ambos puntos de vista confunden causa con efecto y no entienden en absoluto cómo funcionan los ciclos del cosmos.
Si algo caracteriza a las sociedades post maltusianas es el empeoramiento de las instituciones desde el punto de vista de acumulación y conservación de capital. El hecho de que en la primera etapa de la Revolución, durante el Siglo XIX, los Estados fueran pequeños y el respeto por la propiedad privada elevado, no quiere decir que antes de ese periodo no existieran instituciones que fueran favorables a la propiedad privada.
Lo contrario es justo la realidad.
Malthus y la propiedad privada
Fue el hecho de que la propiedad privada fuera prevalente durante tantos siglos (milenios en realidad), lo que hizo posible acumular el capital genético necesario para lanzar el despegue de la Revolución. Ese despegue fue tan violento que el cambio en la psique de las masas europeas fue equivalente y en consonancia con el aumento de la riqueza material. Es decir, a medida que la productividad explotaba al alza y los aumentos de la población no podían seguir el ritmo de tal explosiva tendencia, la mentalidad de las masas fue cambiando.
El primer efecto inmediato de tanta riqueza fue la llamada a la abolición de los regímenes monárquicos y la instauración de instituciones democráticas, las cuales fueron imponiéndose poco a poco. A pesar de ello, el crecimiento económico fue imparable.
Tamaño del Estado en la Revolución Industrial
Cuando comenzó la Revolución el tamaño del Estado en Europa apenas alcanzaba el 3 o 5%. En vísperas de la Primera Guerra Mundial este tamaño había crecido hasta el 10 o el 20% dependiendo de los casos. Con esos tamaños el crecimiento económico y la acumulación de capital son todavía posibles. De esa manera las masas crecieron auto engañadas en el hecho de que es la instauración de la Democracia la que hace que surja la riqueza por doquier, cuando la realidad es que la riqueza material surgió por fenómenos contrarios a la Democracia y que una vez instauradas las condiciones para el despegue material, entonces despegó la Democracia. Todo este proceso continuó durante el Siglo XX; en el cual la productividad siguió aumentando y con ella la filosofía igualitaria y la estatolatría. Esto es algo parecido al funcionamiento de una burbuja financiera.
En las últimas etapas de la burbuja el comportamiento irracional se vuelve más acusado. Todo el mundo se quiere apuntar a la última fase, pensando que la fase nunca se acaba. Después de todo es difícil resistirse a montarse en una tendencia alcista.
Tamaño del Estado en el Siglo XX
En el Siglo XX el tamaño del Estado ha alcanzado el 50% o más de las sociedades desarrolladas. La democracia se encuentra pues ante una barrera infranqueable. Las masas no lo parecen entender. No parecen entender que la construcción de la democracia y las políticas igualitarias fueron basadas en el reparto de capital. Que para que el capital se pueda repartir se ha de acumular. Y que cuando el capital se acaba, se acabarán las políticas redistributivas y el altruismo. Lo que proponen las masas es más democracia; y sin saberlo, son ellas mismas las que darán el empujón al sistema para que se produzca el colapso final. El mismo será de proporciones bíblicas sin duda.
No hay precedente igual en la historia conocida. Quizás tendríamos que especular con la no conocida, pero esa es otra historia.
El Estado no podía ser grande en la era maltusiana porque las condiciones sociales no lo permitían. En un entorno como el de cualquier territorio europeo, cualquier intento de instaurar la democracia o un sistema comunista en los años previos a 1800 hubiera sido un estrepitoso fracaso. El experimento no duraría mucho. Ciertamente mucho menos que la Unión Soviética, o que los estados totalitarios que están por venir en Occidente. Las únicas ocasiones en las que se intentó la imposición de valores democráticos de las que tenemos noticia, como en Grecia o Roma fueron las etapas finales de susodichos estados. Así es que una forma modesta de democracia se intentó en Grecia justo antes del declive de la cultura griega. Las interpretaciones actuales hablan de la democracia en Grecia como un ejemplo a seguir. La más admirada cultura de la antigüedad tuvo retazos de democracia; la democracia ha de ser buena; claman las masas. Como no puede ser de otra manera justo lo contrario es la realidad.
Después de la democracia de Atenas vino su declive. Antes de la democracia vino su crecimiento. Su esplendor fue disfrutado por la democracia. Sí; pero no es la democracia la que trae el esplendor, sino la que lo quita.
No es la tarjeta de crédito la que da la riqueza, sino la que da el derecho a consumir el crédito (capital). Una vez el capital ha sido consumido, la época de rosas y vinos viene a su fin. Así mismo ocurrirá con las democracias occidentales.
Coqueteos con la democracia en la antiguedad
El caso de Grecia y su ascenso no tuvo que ver con una Revolución Industrial per se pero sí fue el resultado de una mejora en las condiciones materiales de la población ateniense durante varios siglos. El carácter y la calidad de los primeros pobladores griegos fueron la causa de este esplendor. En el 408 AC un ateniense medio podría comprar 30 libras de trigo diarias y en el 328 AC 24. La democracia ateniense se empezó a instaurar en el 500AC aproximadamente.
Está claro que conforme pasó el tiempo bajo principios medianamente democráticos (recordemos que la democracia ateniense fue muy moderada si la comparamos con las actuales; más parecida a una aristocracia que a una democracia), la productividad ateniense fue decayendo.
No tengo datos del final de la República ateniense alrededor del 300 AC pero apuesto a que serían mucho más bajos.
No es casualidad que Macedonia derrotó a Atenas.
Atenas no perdió por la fortaleza de Macedonia, sino porque varias décadas de efectos democráticos habían destruido las bases de su economía y los fundamentos de su sociedad. Lo mismo le pasó al Imperio Romano. Lo mismo le ocurrirá a Occidente.
La integración en el Nuevo Orden Mundial y la posterior desintegración están cada vez más cerca.
La crisis actual no es sino la punta del iceberg. Ese escollo que nos enseña que el emperador no está vestido: el consumo de capital. Y no me refiero solo a los ahorros o cuatro fábricas; sino a un capital de una trascendencia mayor: el capital genético.
Si aún mantienes esa teoría que has expuesto en este artículo, me gustaría refutar constructivamente algunos de los argumentos que has expuesto:
– Siguiendo el hilo de Roma. La República fue un régimen pseudo-democrático inestable que concluyó en la lógica de Imperio (por suerte); no obstante, Roma cae en el Bajo Imperio, allá unos siglos más tarde de la República. ¿Más que valores democráticos o genética no sería la hipótesis de Gibbon más plausible, es decir, de que fuese el cristinianismo (con sus degeneradas instituciones igualitaristas) el que ha conformado el ser europeo que en épocas de bonanza (fruto del ingenio del hombre europeo) ha posibilitado la activación de esta «virulenta cepa religiosa»?
– Sobre tu explicación de genética y acumulación de capital. ¿No sería más plausible hablar de una dialéctica entre selección natural y selección cultural, es decir, que el fruto de la acumulación de cambios ambientales hostiles a las sociedades mejor/peor organizadas seleccionan a los individuos, y no desde la mera óptica del individuo (me parece más plausible que es la organización política y la adopción de los avances técnicos al momento ambiental hostil lo que desarrolla las fuerzas productivas, más que la genética, que también, pero, no sé si opinas lo mismo, creo que eso sería caer en un psicologismo al considerar a los individuos como sujetos operatorios autónomos de la sociedad donde nacen, que los forja como hombres de acuerdo a la circunstancia histórico-social).
Hola Rothbard
Bastante ha llovido desde que publiqué este artículo. Muchas cosas han cambiado, sobre todo en cuanto a mi conocimiento del funcionamiento de la «realidad». No obstante, las premisas del contenido inicial siguen más o menos intactas.
Por ejemplo, lo de «por suerte» en cuanto al Imperio, dependiendo del punto de vista, podría ser considerado (y lo es, desde el mío), una «desgracia», al igual que el descenso de la fase más aristocrática a la República lo fue anteriormente. El Imperio supone un avance cuantitativo y al mismo tiempo un descenso cualitativo.
El tema de buscar una causa para el tema de la caída, tenemos un debate eterno. Hay quienes dicen «la economía», otros «la genética», y otros «el cristianismo (religión)». A fin de cuentas el tema es más complejo y sencillo al mismo tiempo, pues el descenso supone una coordinación cíclica de todos los factores. Es decir, que la economía, la religión, la sociedad y la genética van rodando en conjunto. Una no se puede explicar sin la otra. Por ejemplo, el cristianismo (de corte comunista) de los inicios no fue adoptado por el hombre europeo; por una sencilla razón: el «hombre» que lo adoptó tenía ya poco de europeo. El socialismo colectivista es algo alienígena al hombre verdaderamente europeo. Este hombre solo lo adopta de manera temporal y lo «cambia» más tarde acorde a su naturaleza. Lo mismo que pasó en Tiro, Roma o incontables veces en el pasado está pasando en el presente, solo que a una escala mucho mayor. Solo que esta vez se acabó el ciclo de «las tribus bárbaras». La «Rueda» va a dejar de girar pronto.