Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la población se vio enclaustrada en la trampa maltusiana. Por decirlo de alguna manera la sociedad vivía dentro del orden natural.
La tasa de fertilidad estaba en 4 o 5 hijos por mujer. La mortalidad infantil era elevada; de ahí el hecho de que la edad media de periodos antiguos fuese tan baja. Esa es una de las primeras cosas en las que se basan las personas hoy en día cuando intenta justificar la democracia y la modernidad como la cúspide de la civilización. Es lo intuitivo; si las estadísticas dicen que la población vive hoy día más que en la antigüedad, debe ser que hemos evolucionado y somos una sociedad mucho más civilizada; la democracia es la causante de todo esto.
El problema es algo más complejo que eso. Las variables de la ecuación funcionan de manera diferente.
La Democracia y sus avances
Las masas adoradoras de la democracia no saben que están jugando en el borde del precipicio a punto de caerse. Están ciegas; emborrachadas de confort tecnológico. Pero ese confort tecnológico es fruto del pasado. Hoy en día el capital que hizo posible ese fruto y la sustentación de la democracia están siendo consumidos por la sociedad.
Nacimiento, niñez, adolescencia, madurez, vejez y muerte.
Occidente está hoy en día en los últimos años de su vida. Y el hombre medio piensa que estamos empezando la época más dorada.
Además de la elevada mortalidad infantil había muertes por enfermedades o guerras. En término medio eran los menos sanos los que más padecían la mala suerte de morir. Así mismo aquellos con una preferencia temporal más baja (la capacidad de ahorrar más pronunciada que los de alta preferencia temporal) tendían a tener más éxito a largo plazo en la vida, lo que se traducía en mayor número de hijos y mayor acumulación de capital con la que mantenerlos. El pródigo, el vago, el mentiroso, el deshonesto, no tenían lugar en aquellas sociedades. O mejor dicho, sí tenían lugar, pero era el lugar que merecían.
Tasa de fertilidad de la Edad Media
Como iba diciendo la tasa de fertilidad de las mujeres era por encima de 4 hijos. En épocas era más y en épocas algo menos; pero siempre se mantenía más o menos constante.
No había sitio para el feminismo, igualitarismo, seguridad social y todos esos fenómenos tan adorados en la actualidad. Si alguna sociedad dejaba que la filosofía igualitaria dominase completamente la psique de las masas, esa sociedad colapsaba inmediatamente. Eso simplemente no ocurría. No había lugar para ese tipo de cosas. El mero intento era rechazado de manera instintiva por la mayoría de las personas. No obstante ya a finales del Siglo XIX, la época dorada del liberalismo europeo, la fertilidad de las gentes más acomodadas empezó a caer con fuerza.
Al principio, la fertilidad de las clases bajas se mantuvo, pero luego empezó a caer también, aunque nunca tan fuerte como el de las clases altas. De esta manera tuvo lugar el proceso contrario al que tuvo lugar durante la mayor parte de la historia de la humanidad: que los que tenían más recursos tenían más descendencia que los que menos; así como el león más fuerte tiene descendencia y el menos fuerte es condenado a no tenerla.
Esto es lo que se llama mejora de la raza y de la especie; como quieran llamarlo. Un proceso eugénico que es la base de toda sociedad tanto humana como no humana. Los principios que rigen esto pueden valer para cualquier esquina de la reaildad. Es una cuestión de conservación de energía.
El dispendio es castigado con la futura quiebra. Así es para los leones, las hormigas o la sociedad humana. Da igual si el experimento se intenta en la tierra o en el planeta X a 3 trillones de años luz de distancia.
Fertilidad en la Revolución Industrial
Muchos pensarán que la fertilidad de la era industrial cayó en los ricos porque estos empezaron a hacer uso de los métodos anticonceptivos que no tenían en la antigüedad. Pero esta explicación es muy simple, por el mero hecho de que esos métodos también estaban al alcance de los pobres; y además lo siguen estando a día de hoy; dándose el caso de que los ricos tienen incluso menos hijos que los pobres con una diferencia cada vez mayor.
Además la dispensación masiva de los condones y demás métodos no empezó hasta 1920 y el fenómeno estaba presente desde al menos 1890. De hecho en Francia ya había empezado a colapsar la natalidad a mediados del Siglo XIX. Ese fue el resultado de que Francia era el país europeo más poblado (salvando Rusia) de la época. Esa fue su manera de aumentar la renta per cápita.
El hecho de que la Revolución Francesa tuviera lugar donde la tuvo no fue casualidad. A pesar de que el ideal republicano quedó aparcado con la derrota de Napoleón y el relativo fracaso de los gobiernos populistas en Francia; las ideas ya estaban ahí.
La mentalidad de las masas ya estaba cambiando poco a poco, mano con mano con el aumento de la productividad. A mayor aumento de la producción (fruto de la Revolución Industrial) más socialista se volvía la gente. Durante el primer Siglo de la Revolución Industrial los efectos no fueron muy notables, pero el virus ya estaba ahí.
En el Siglo XX todo cambió y ahora nos adentramos en el XXI en la era del Cuarto Estado: el de la plebe. Aunque no durará mucho.
Escasez y socialismo
En épocas de relativa escasez, como casi toda la historia humana, el socialismo es una utopía. Se puede soñar con él pero los sabios saben que es del todo impracticable. Eso lo sabían Aristóteles y Platón.
Ninguno de los grandes filósofos de la antigüedad defendió jamás un sistema democrático.
Sólo la llegada de la Revolución Industrial y el explosivo crecimiento que se produjo en la productividad en cuestión de pocos siglos hizo que las masas de occidente, aquellas que hicieron posible dicha revolución, abandonaran todos los instintos de naturales de mesura y orden.
El mismo Rousseau al que podemos considerar un defensor de la filosofía igualitaria y el ideal democrático es imposible encontrarle referencias a la defensa de un sistema democrático para la gestión del orden global. La obra de Rousseau “El contrato Social” fue una obra para criticar el gobierno en la ciudad donde vivía, Ginebra, una ciudad de 30.000 habitantes que era gobernada por un Concilio de de los principales aristócratas de la ciudad. El objetivo de Rousseau al defender la soberanía popular y el gobierno del pueblo distaba mucho de un gobierno populista, democrático o comunista; era la defensa de la entrada en el gobierno del otro grupo principal que lo formaban los restantes aristócratas de la ciudad: otros 1500 ciudadanos.
Esto es un poco el reflejo de la defensa de los principios democratizadores en Europa como era de esperar con el incipiente ascenso de la productividad y como consecuencia de las filosofías igualitarias.
El problema del envejecimiento en las sociedades democráticas
La democracia se caracteriza, aunque las masas no se percaten de ello, en un incremento del tamaño del Estado paulatino década tras década. Más bien, las masas parecen estar contentas con ello y lo consideran como algo beneficioso. Pero el hecho es que en la democracia el proceso de reparto de capital es el mismo en cada ciudad, región, continente o mundo donde se aplica. El proceso va traspasando rentas de los “que tienen” a los que “no tienen”.
Se inicia de manera modesta cuando la democracia comienza y solo votan cierto número de aristócratas y va subiendo progresivamente con el tiempo hasta llegar al sufragio universal donde el proceso de transferencia de rentas alcanza niveles desbordantes. Como consecuencia de ello y por lógica comienza un proceso muy lento por el cual los productores y los ahorradores producen y ahorran cada vez menos, hasta que lleguemos al momento cuando el Estado absorba el 100% de la economía formal y entonces no ahorrará ni producirá nadie; al menos nada más allá de lo justo y necesario.
El resto de producción será realizada en el mercado negro.
La diferencia de ahorradores y consumidores netos se habrá reducido a cero.
Toda esta transferencia de rentas va produciendo efectos no intencionados con respecto a lo que el pueblo esperaba. Prohibiendo el trabajo de los menores, algo que fue normal de toda la vida, premia a aquellas familias que no tienen hijos con respecto a las que tienen hijos.
Juventud y democracia
Por ejemplo, una pareja de ancianos que cobran una pensión de 900€ cada uno viven mucho mejor que una pareja de 30 años en España donde si tienen suerte de trabajar los dos, lo más normal es que cobren 2500€ entre ambos. Esto es si ambos trabajan, porque con el paso del tiempo el desempleo juvenil en los países europeos ha aumentado tanto que la más de la mitad de los menores de 25 años que no están estudiando están sin trabajo. Si añadimos los que estudian tendríamos que la gran mayoría de los menores de 25 años en Europa no trabajan. De esta manera el incentivo para tener hijos se reduce. Si la pareja joven intenta tener hijos vivirá mucho peor que la mayoría de los ancianos.
Por otro lado al subsidiar la educación de los niños mediante la educación pública se crea un pequeño incentivo para tener hijos y por lo tanto la tasa de natalidad aumentaría, aunque este incentivo es poco significativo, pues los padres tendrán que seguir alimentando y dando techo a los hijos. El Estado lo único que hace es proveer un servicio de guardería. Pero el efecto más pernicioso ocurre al subsidiar las pensiones.
Las pensiones y la destrucción de la familia.
Al subsidiar a los retirados mediante impuestos a los generadores de ingresos actuales (los jóvenes y gente de mediana edad) provoca el efecto de que a la larga disminuirá la tasa de natalidad. Los mayores ya no necesitan contar con el apoyo de la familia si no han ahorrado para su vejez. El incentivo para ahorrar se ve pues disminuido en gran medida. Si todo el mundo que trabaja sabe que va a recibir una pensión pública,
¿Qué sentido tiene ahorrar? Pues no mucho.
Algunos ahorrarán; con el objetivo de tener una pensión mejor o porque son ahorradores natos, pero en términos generales se irá produciendo un paulatino descenso en la propensión a ahorrar durante las décadas que durará el proceso hasta que la tasa de ahorro llegue a cero, para lo cual no queda mucho ya.
¿Incentivo a ahorrar?
También, para qué ahorrar si luego resulta que alguien que haya ahorrado una cantidad importante o tenga un negocio no reciba pensión por estar cobrando una renta. De esa manera el incentivo a ahorrar es reducido aún más.
Los mayores ya no necesitan el cuidado de los jóvenes; pero lo curioso es que los jóvenes, que además tienen menos capital que los mayores, han de mantenerlos mediante la extracción de parte de sus salarios. Cuando lo contrario es que los padres fueran los que con el capital acumulado se mantuvieran ellos mismos e incluso dejaran el manejo de ese capital a sus hijos para ser gestionado. De tal manera los padres desearán menos hijos y los hijos menos padres. La ruptura de la familia está pues garantizada.
La inversión de las pirámides poblaciones no es sino resultado de esto. A este problema entre los jóvenes y los mayores se une la lucha entre hombres y mujeres; donde las últimas al llegar al poder hacer uso de las políticas igualitarias intenta parecerse cada vez más al hombre, con el curiosamente fenómeno llamado del feminismo.
¿Por qué lo llamarán feminismo si el objetivo del mismo es querer parecerse con los hombres?
Más bien habría que llamarlo masculinización de la mujer.
A esto va unido la feminización del hombre; que es otro fenómeno que viene tomando forma desde hace tiempo ya.
En vez de llamarlo feminismo deberían llamarlo masculinismo por decirlo de alguna manera.
Inversión de la pirámide poblacional
Antes de la Revolución Industrial y en el primer siglo después de esta el número de mayores relativo al de jóvenes era mucho menor. Las pirámides poblacionales estuvieron siempre construidas de manera natural. Anchas en la base (jóvenes) y estrechas en la cima (ancianos).
En el último Siglo esa construcción natural se ha invertido dando lugar a pirámides invertidas. Nadie quiere admitir que el sistema de pensiones de Occidente está totalmente quebrado.
El paro era totalmente inexistente; no había, por supuesto, subsidio por desempleo. Un hombre joven de 20 años podría mantenerse a sí mismo a su mujer y dar de comer a 4 hijos. Hoy en día el hombre medio de 20 años no puede mantenerse a sí mismo. El de 30 puede de media cobrar unos 1000€ o $ (teniendo en cuenta que un tercio no trabajan).
Con esas cifras la mayoría malamente puede tener un hijo; no digamos tener dos. Si no se tienen como media más de dos hijos la sociedad está condenada a la desaparición en cuestión de pocas generaciones; sin tener en cuenta que no habrá dinero para pagar las pensiones; pues un hijo no podrá pagar la pensión de dos pensionistas, cuando antes había cuatro jóvenes por “retirado”.
La situación se vuelve insostenible.
Envejecimiento e inmigración
Los progresistas piensan que la solución está en importar inmigrantes; lo cual no hará sino hacer que el problema se agrave no solo en el presente, sino en el futuro también.
Donde antes un joven cobraría el equivalente a hoy de 3000€, pudiendo mantener 5 bocas más; el joven de hoy cobra aproximadamente 1000 de media. Más o menos lo que cobra de media un pensionista. Esto es así en casi todo occidente.
Con el paso de un par de generaciones los pensionistas han visto igualado su poder adquisitivo con el de los menores. Anteriormente estaba claro que el hombre de 20 o 30 años con fuerza y la energía de la vida a su favor recibía salarios muy altos, sobre todo cuando había que emplear la fuerza y algo de técnica en la mayoría de los trabajos de antes.
Esto hoy se ha vuelto al revés; y todo esto es consecuencia de la democracia.
La democracia es un proceso de igualación a la larga de las rentas que hace que todos los incentivos al funcionamiento natural de la sociedad se vayan erosionando poco a poco.
Al comenzar la democracia la percepción de rentas está a favor de los hombres jóvenes. Pero a medida que la democracia avanza, y todos los miembros de la sociedad van participando en las votaciones, es normal que cada grupo de votantes intente conseguir las mejores condiciones a corto plazo.
El grupo mayor en cualquier democracia una vez el Estado garantiza el pago de pensiones (y la subsecuente pérdida de importancia da la unidad familiar), es como no el de los pensionistas, que irá creciendo y creciendo hasta llegar a dominar el espectro de la mayoría de las elecciones. Este grupo irá obteniendo beneficios en forma principalmente de pensiones, haciendo que con el tiempo el consumo de renta nacional que hace se vaya igualando con el de los jóvenes. Así llega el momento en que la renta nacional se va igualando de tal manera que al final los pensionistas cobran de media más o menos lo mismo que los jóvenes (si es que tienen la «suerte» de trabajar). Lo que es peor, los mayores al ser los mayores usuarios de servicios sanitarios van a percibir una renta del estado que supera a la de los jóvenes en el orden de 2 a 1. Cuando la realidad debería ser al revés.
Los mayores recibirán tratamientos hospitalarios casi continuos que cuestan lo que un joven gana en 5 años. Lo curioso del tema es que el grupo de votantes de los pensionistas no solo se va haciendo cada vez más grande y el de los jóvenes cada vez menor; sino el hecho de que buena parte de los “jóvenes” votan pensando en su futuro como pensionistas; sobre todo los de 50 años para arriba. Con todo esto es inevitable que el número de ancianos sea cada vez mayor y el de jóvenes menor.
La sociedad envejece literalmente. Y ya sabemos que cuando algo envejece, es que está cerca de morir. Eso es lo que le ocurre a Occidente, que está a punto de su defunción.
Este proceso igualitario llega a tener un carácter tan destructivo que en su última fase alcanza la forma exponencial. De hecho, cuanto mayor sea el número de mayores con respecto al de menores más importante va a ser el voto de estos y más favorables van a ser las políticas de los gobiernos democráticas con los primeros.
Un gobierno democrático elige antes cualquier acción antes de tener que tocar las pensiones. Es normal, es el grupo compacto de votantes más numeroso y compacto.
¿Austeridad y democracia?
De esta manera es imposible que alguien realmente sensato y austero pudiera ganar unas elecciones. Y austero me refiero a austeridad de verdad, no la mitológica en la que creen las masas.
Un mandatario verdaderamente austero recortaría el gasto público en un 80% al menos, incluyendo las pensiones. Este mandatario sabría que el Estado quebraría como consecuencia de ello, pero es que va a quebrar de todos modos; al menos así habría una base donde comenzar. Pero ese mandatario es algo utópico. El sistema no cambia así. La fase final de descomposición no termina de manera ordenada con las masas alumbradas de repente sobre el error.
No; la descomposición tiene que llegar hasta la última molécula de la sociedad hasta depurar toda la morralla del cuerpo social.
Lo que ocurrirá será que el Estado quebrará de manera caótica y todas las promesas e ilusiones de las que vive el pueblo se van a desvanecer como el sueño de una noche de verano.
Lo dramático del caso es que conforme va avanzando la crisis la natalidad va incluso disminuyendo más, como es el caso de Grecia donde la ya de por sí deprimente tasa de natalidad ha disminuido un 10% en los últimos cuatro años. Y esto no va a cambiar hasta que se produzca el colapso completo del sistema. La crisis en Grecia aún no ha empezado; esto es lo que la gente no entiende aún.
El envejecimiento de la población y el descenso de la natalidad, aunque en una medida más modesta, también se produjo en la época final del Imperio Romano, así como modestos avances en la emancipación de la mujer.
Poco después de ello llegó la desintegración del Imperio y siglos de barbarismo. El PIB se redujo más de un 50%. Nosotros tendremos suerte si el PIB, de fantasía por otra parte, de Occidente no se reduce más de un 70%. Aunque el mismo concepto del PIB en sí es una fantasía.
Pensiones y jóvenes
Lo más triste del caso es que la mayoría de los jóvenes piensan que van a cobrar una pensión, y además sueñan con que el sistema ideal es el mismo que les está haciendo llevar una vida antinatural. Lo único que ven los jóvenes es la ilusión de que gastar el capital produce diversión y confort. Ellos solo ven el confort y la diversión (el consumo de capital no es fácil de percibir).
Los pocos que lleguen a la edad de cobrar las pensiones entenderán aunque sea de manera intuitiva lo que es el consumo de capital y que el sistema igualitario y “democracias reales” con las que soñaban de jóvenes no eran sino una ilusión y una trampa demoniaca en la que cayeron.
Sabrán que la estatolatría no es sino el camino a la servitud. Sólo para entonces, cuando la miseria y la pestilencia sean lo común, volverá poco a poco el sentido común; y la propiedad privada volverá a ser sacrosanta, por decirlo de alguna manera.