Aldox Huxley y George Orwell escribieron a principios del Siglo XX dos novelas que son la visión más certera del mundo en el que nos encontramos actualmente.
Siempre ha habido una debate de sobre quién estaría más acertado, si Huxely u Orwell.
Orwell 1984
Parece ser que Orwell estuvo muy influenciado en su época por la dictadura soviética, el mejor ejemplo de la visión de su famosa novela 1984. Lo curioso del asunto es que Orwell vino a combatir en la Guerra Civil Española en el bando republicano, el cual estaba firmemente apoyado por Moscú.
¿Quizá pensaba que un régimen socialista funcionaría diferente en España que en Rusia?
Como la gran mayoría de intelectuales, Orwell fue objeto de la eterna trampa de esta realidad material, la cual nos hace creer en la mentira como solución a un problema previamente creado por dicha mentira.
Algo que podríamos denominar, el «agujero negro del socialismo» o la materia. Cuestión ésta, perfectamente retratada, por ejemplo, por el esoterista inglés David Icke (en realidad, otro manipulador) en el famoso: “tesis, antítesis y síntesis” ó “problema, reacción, solución”.
En ese eterno círculo es cómo funciona el avance de esta, nuestra realidad material.
Cuando hay un problema, la gente acude al Estado para que lo resuelva. Este, efectivamente, lo resuelve, a corto plazo.
Como la resolución estatal crea siempre problemas secundarios y terciarios que el “ojo no ve”, más tarde, las masas vuelven a clamar más Estado, volviendo a una nueva ronda.
En ese sentido, Orwell también no podía escapar a la fatalidad de acudir al “Estado”, para salvar el problema de España, cosa que querían todos los socialistas y radicales del bando republicano. Estos, evidentemente, también pensaban que con más “Estado” es como se resolverían los problemas del país y el mundo.
De manera similar funcionan las drogas “oficiales” de la actualidad. La gran mayoría de los medicamentos nos van “resolviendo” los problemas.
Lo que ocurre, al igual que con el socialismo, es que dichos tratamientos van creando otros problemas que el “ojo no ve”, acabando por recetarse más y más medicamentos en el futuro, hasta que acabas con la práctica totalidad de la población tomando tres, diez o treinta medicamentos diferentes.
Hasta que llegue el día que el Estado, ya directamente, nos recete el “soma”.
Algo similar pudo ver Ludwig Von Mises con su crítica incansable del socialismo y el intervencionismo.
En uno de mis libros favoritos del mismo, “Crítica del intervencionismo”, Mises nos explicaba perfectamente, como el intervencionismo va creando nuevo intervencionismo, pues funciona básicamente como expliqué antes. Todo hasta que un día, inevitablemente, la sociedad acabará siendo totalmente socialista. Cosa que, por otro lado, es una imposibilidad metafísica, como bien nos explicaría, por ejemplo, René Guénon, o de una manera menos erudita Margaret Tatcher: “el socialismo deja de funcionar cuando se le acaba el dinero de los demás”.
Sin darse cuenta, Mises descubrió una de las claves del avance de la sociedad humana hacia el totalitarismo final, mediante el proceso de los cada vez mayores intervencionismos.
Ese totalitarismo final llegó finalmente con el modelo soviético, el cual es un modelo perfectamente congruente con el mundo de 1984, la visión de Orwell.
En ese sentido, fue Orwell el que estuvo correcto, pues, en cierto modo, ya había una sociedad en la cual se aplicaban casi todas las cosas descritas en su libro.
El Estado de Orwell y su Ministerio de la Verdad no difieren mucho del Estado soviético.
Orwell vs Huxley
En la actualidad, parece que es Huxely y su distopía de “Un mundo feliz” la que ha vencido.
El mundo parece envuelto en una carrera de hedonismo sin fin, en el que las masas creen controlar su destino, cuando en realidad son “controladas”.
Los viajes, las fiestas, las drogas, el alcohol, el divertimento barato y sin sentido, todo eso tiene embelesadas a las masas actuales, las cuales parece que solo viven para ser “más felices”.
No obstante, aquí tenemos que hacer una diferenciación.
No todo el mundo está en el mismo grado de disolución. No es lo mismo África que los Estados Unidos. Ni tampoco es lo mismo, este último que Corea del Norte. Es más, en este caso, parece que es más bien el modelo de Orwell el que ha triunfado totalmente, pareciéndose incluso más que el caso soviético. El que conozca algo del régimen de Pyongyang sabe que se trata de la más absoluta locura totalitaria, no muy diferente de 1984.
También es cierto que el mundo actual tampoco presenta las condiciones exactas del libro de Huxley. Por ejemplo, las familias todavía mantienen un estrecho margen de cohesión, aunque está perdiendo fuelle cada día que pasa.
Ambos sistemas están basados en una especie de élite de corte comunista socialista que controla al resto de la masa. Aunque hay que aclarar algo aquí. No es que esa élite sea “comunista”, sino que es a través del modelo “problema, reacción, solución” por el cual esa élite acaba “poseyendo” a la masa.
Es decir, la masa cree que está en un sistema “justo” socialista, pero el socialismo solo aplica a la misma, la cual vive en la más absoluta miseria (1984) o en la más absoluta fantasía hedonista (Un mundo feliz).
Mientras, la élite “socialista” no sería más que un parásito que no aplica el socialismo de todos para sí mismos.
Como bien predijo Huxely con el tema de la censura, no haría falta realmente censurar nada, pues las masas, el proletariado, estaría tan idiotizado, tan hedonizado, que ni se molestaría en leer, y mucho menos comprender aquellos autores que podían relatar la verdad.
Su inmersión en el mundo del “placer” les hacía olvidarse de todo y abrazar dicho concepto como religión suprema.
Huxley Un mundo feliz
Está claro que Occidente se parece bastante a ese modelo hoy en día. En realidad no hace falta censurar demasiado para evitar que haya gente hablando la verdad.
El condicionamiento es tal, que las masas solo están preocupadas por su “placer”.
Es más, de escucharse planteamientos, serán del lado contrario, es decir, el de la “solución”, la cual es más Estado. Cosa que no puede ser de otra manera, porque el pueblo adora al Estado por encima de todo hoy en día.
No se pueden esperar, pues, soluciones duraderas de quienes defiendan menos Estado. En realidad, son las masas las que dirigen el proceso de absoluta estatalización.
Huxley y dictadura
Las élites, de haberlas, poco o nada tendrían que hacer, salvo esperar sentadas a carcajadas el avance del plan. Un plan por el que las masas de manera casi que voluntaria van caminando a la servidumbre total: la servidumbre al Estado.
Visto así, parece que el presente y el futuro dan como ganador a Huxley (si obviamos casos como el norcoreano o el cubano).
No obstante, el ciclo aún no se ha cerrado. ¿Quién nos dice que no podamos ver algún día el terrible Estado que Orwell describió para el futuro de Occidente?
Es más, según la teoría de los ciclos, o remitiéndonos a textos antiguos como los Puranas hindúes o similares, la fase final de nuestro ciclo debería ser de un totalitarismo absoluto, no del tipo suave de Huxley, sino del tipo duro de Orwell.
Creo que el de Huxely vendría a representar al Occidente actual, con su hedonismo exagerado.
Pero, a medida que nos vamos adentrando en el fallo cada vez más evidente de las democracias, acabaremos por experimentar una crisis final de tal magnitud que al menos algunas sociedades de lo que hoy conocemos como Occidente, o el mundo avanzado, acabarán por transitar a una dictadura no muy diferente de la soviética.
Dictadura que tendrá, al menos en sus comienzos, elementos de ambos modelos, el de Huxley y el de Orwell, aunque creo que a la larga, se irán decantando cada vez más al lado del último.
Totalmente recomendable para todo aquel que habla inglés.