Hans Hoppe y la utopía del Anarcocapitalismo

De entre todos los pensadores de la actualidad hay uno que, desde mi punto de vista, sobresale por encima de todos, y este no es otro que Hans Hoppe cuyo análisis sobrio y espontáneo esclarece de manera bastante clara cuál es el problema principal de la sociedad: la propiedad pública.

Su análisis lo sitúa a bastante distancia (infinita diría yo) del pensamiento liberal – esencialmente democrático­­ – y a una distancia infinita de los socialdemócratas y diversas variantes del socialismo, que por otra parte conforman la inmensa mayoría de las sociedades actuales.

La ideología “anarcocapitalista” es apoyada por una minoría intrascendente.

Apenas cuenta con una pequeña base en los Estados Unidos y ni siquiera merece considerarla en Europa, la cual está totalmente hechizada por el sortilegio del socialismo y sus dioses: la democracia y la igualdad.

Hoppe no gusta de usar el término anarcocapitalismo, y prefiere, al igual que el presente, hablar de sociedad de propiedad privada.

El primer término tiene serias connotaciones peyorativas tanto a un lado del espectro como al otro.

Por un lado ya sabemos la reacción anímica que despierta la palabra capitalismo en la gran mayoría de las masas.

Podríamos decir que dicha palabra provoca un ligero rechazo en algunos casos y verdadera repugnancia en la mayoría.

Por otro lado tenemos el término anarquía, el cuál es de poco agrado para la mayoría de la masa “conservadora”, cuestión que no es de extrañar, pues la anarquía es el objetivo de alguna de las alas más radicales del izquierdismo.

No obstante, ya deberíamos saber que dicha anarquía es una falsedad; otro de los sortilegios de los sacerdotes de Moloch, cuyos teóricos hacen creer a los pobres ilusos que aboliendo la propiedad privada e instaurando una especie de sociedad de propiedad pública (compartida) tendríamos una sociedad anarquista donde el pan caería del cielo y todos los hombres serían felices en ausencia de la vil propiedad privada (ya sabemos que el capitalismo es malo y por tanto la propiedad privada es mala), y claro, entretanto tendríamos a los sacerdotes en los más altos escalones de poder para gestionar bien la “anarquía”.

Pero no, esa no es la verdadera anarquía sino por el contrario el régimen más totalitario y regimentado que podamos imaginar.

Anarcocapitalismo y Anarquía

La Europa de la Edad Media se acerca mucho más  a lo que es una verdadera anarquía; una anarquía de propiedad privada sin casi legislación pues lo único que se legisla – aparte del derecho canónico – es la protección de la propiedad, tanto la del noble como la de sus súbditos.

La “Ley” de antaño se reducía básicamente a: no robarás; y si robas has de pagar. Por el contrario, la legislación actual de cualquier estado democrático totalitario o de una dictadura (a la que muchos denominan “democracia participativa”) como Cuba podríamos amontonarla en montañas de cientos de metros de alturas de papel, con cientos de miles, sino millones de regulaciones ridículas.

El análisis de Hoppe es el verdadero camino para ir más allá de la izquierda y la derecha.

En esto, también vemos que su conclusión es totalmente diferente a la de la mayoría (99,999%) de intelectuales, los cuales, por activa (extrema izquierda) o por pasiva (Nueva Derecha Europea por ejemplo), piensan que la auténtica salida a la dicotomía de la izquierda y derecha ha de suceder por el camino contrario: es decir, por una sociedad de propiedad pública donde el capitalismo (éstos no saben ni siquiera lo que es el capital) será erradicado, y por tanto, el problema solucionado.

Desafortunadamente, el segundo camino será el escogido y el de Hoppe quedará en una utopía, al menos de momento y teniendo en cuenta que, de producirse el paso hacia la sociedad de propiedad privada que prevé el último no será, ni mucho menos, de la manera descrita o ideal.

No habrá multinacionales de seguros encargadas de proveer la seguridad privada por decirlo así.

Hans Hoppe y el anarcocapitalismo

Algo que se echa de menos en el análisis de Hoppe es la inclusión de la visión cíclica de la historia.

Del mismo se deduce que el devenir de la historia humana es lineal, desde la formación de las aristocracias primigenias, hasta el sufragio universal actual, pasando por las monarquías y las oligarquías, lo cual es, de alguna manera, cierto.

Es más puedo decir, que ese ha sido el devenir de la presente humanidad, desde una sociedad de propiedad privada “pura” a una sociedad de propiedad pública “pura”, que será la que marque el fin de ciclo.

La cuestión es que dentro del gran ciclo tenemos ciclos más pequeños donde se repite en forma más o menos similar, el mismo ciclo de las constituciones políticas.

No hace falta estudiar a Spengler para ver esto, ya que los antiguos filósofos griegos Platón o Aristóteles nos lo decían claramente: la tiranía sigue a la democracia.

Así, en el mundo Occidental ya hemos tenido un claro ejemplo del fin de uno de esos ciclos, que no fue otro que el del Imperio Romano (1).

El mismo terminó en la tiranía de los últimos césares, había pasado por la República (periodo democrático), luego de la monarquía, y en los anales de la historia (la “no conocida”) tendríamos la del periodo aristocrático anterior a la fundación de Roma. Y aquí ya podemos ver una de las características de los periodos aristocráticos, y es que siendo los mismos caracterizados por ser sociedades de derecho privado serían esos periodos “menos civilizados” y con menos registros oficiales.

Anarcocapitalismo e historia

En esas sociedades anárquistas de propiedad privada, donde el clan, el pater, la familia y la propiedad son sacrosantas, hay una resistencia natural contra cualquier intento de estatalización y “civilización”.

Dicho esto, y teniendo en cuenta de que el periodo final del Imperio se caracterizó por una tiranía brutal; un Estado y burocracia enormes; alta urbanización; colapso de la natalidad endógena, podemos prever que el final del ciclo actual será similar que el del caso romano, solo que en una magnitud decenas de veces más grande.

Sin embargo, el final de este ciclo se presenta más problemático que el del Imperio Romano, o cualquiera de los anteriores o contemporáneos.

Hay dos cuestiones claves en este asunto: una es el hecho de que ya no hay aristocracias ni internas ni externas capaces de rectificar la corrupción, y otra es que el carácter súper industrial actual hace que, de cierta manera, hayan cambiado las reglas del juego.

Una sociedad que es capaz de producir 50 veces más per cápita que las sociedades de los 12.000 años anteriores cambia su esencia. Ya que es precisamente esa productividad material extraordinaria lo que ha traído el igualitarismo extremo característico de la sociedad actual.

Por lo tanto no se puede esperar una intervención “exterior” para cambiar la cara de Occidente, salvo del sur: del mundo musulmán en Europa y el hispano en los EEUU.

Aunque aquí el problema radica en que el “sur” está cayendo a marchas forzadas también en el carácter “individualista” y materialista de la modernidad.

Parece ser que, en verdad, hemos llegado al “final” de la historia y que algo verdaderamente grande ha de ocurrir.

Pues bien, en ausencia de un “Apocalipsis” ese “algo” será en primer lugar la construcción final del Nuevo Orden Mundial totalitario, el cual será puesto a prueba luego de un más que probable colapso financiero global.

Es decir, antes de la puesta en práctica de la sociedad de propiedad privada que prevé Hoppe (o ¿Apocalipsis?), tendremos que esperar a un enrocamiento aún más dramático del paradigma igualitario actual.

La sociedad de propiedad privada solo surgiría del colapso de proporciones bíblicas que seguiría a dicho Gobierno Mundial final.

¿Multinacionales anarcocapitalistas?

El principal problema con el análisis de Hoppe radica, no obstante, en otra cuestión, que no es otra que la de considerar a las multinacionales, en este caso las de seguros, como un posible agente dinamizante del futuro anarcocapitalismo y el servicio de defensa y seguridad privadas que llevarían a cabo las mismas.

Me temo que eso no se va a producir, y por buenas razones.

En el capítulo sobre los conservadores y los libertarios en su libro “Democracia: el Dios que falló”, Hoppe explica de manera correcta lo equivocados que están aquellos “libertarian” que apoyan el paradigma cultural de la izquierda y al mismo tiempo dicen de defender el derecho a la propiedad privada.

Siendo el paradigma liberal y cultural izquierdista una consecuencia de la creación y expansión del Estado y la propiedad pública, dicho paradigma pasaría a la historia una vez el Estado Público pasara a mejor vida, pues los comportamientos “liberales” no serían aceptados en buena parte de las comunidades de propiedad privada resultantes luego del colapso, pues tales comunidades rechazarían de manera atroz todo conato de igualitarismo basado en la “cantidad”.

Lo mismo podemos decir de las multinacionales, incluidas las de seguros.

La mayoría de las mismas, no son el resultado genuino de sociedades de propiedad privada, sino de la corrupción que surgió al introducirse la democracia y los Estados públicos en Occidente.

Dicho de otro modo, en ausencia de democracia las multinacionales pasarían a mejor vida; y esto es así porque las mismas son el resultado del proceso de internacionalización forzado resultado de la destrucción de los derechos reales (propiedad privada) de antaño.

Es más difícil comprar a un rey que a un presidente temporal de izquierda o derecha.

El rey o aristócrata ven su territorio, su clan y su familia como su propiedad y los cuidan en consonancia; el político temporal trata a su país como si de un coche del alquiler se tratase.

Sin embargo, el principal problema de las multinacionales, y el por qué no se va a producir jamás una sociedad donde la seguridad sea provista de manera privada por las aseguradoras, es cuestión diferente. Y aquí nos adentramos en un terreno más farragoso.

La traba aquí es de un carácter más profundo.

El problema de las multinacionales en la actualidad es que las mismas no son agentes ingenuos que solamente buscan la mayor productividad y el ofrecer el mejor servicio al menor coste a los clientes, tal y como estipula la doctrina liberal.

Las mismas forman parte de un complejo plan que busca precisamente la instauración de un sistema totalitario mundial, es decir no son inocentes en el proceso de corrupción generalizada que corroe esta humanidad hasta las entrañas de su alma. Y esto, desgraciadamente, ocurre desde incluso antes de la instauración del sistema democrático y capitalista global actual.

La formación de las multinacionales financieras, incluidas las de seguros, ha venido de la mano de un plan premeditado por parte de las élites que las poseen para corromper a los políticos democráticos y las legislaciones nacionales, para avanzar poco a poco en su objetivo de ser los “dueños” del mundo.

Para esto, obviamente, necesitaban de la instauración de la democracia y con ella la llegada de los políticos temporales, que como todos deberíamos saber, son fácilmente comprables.

Una vez conseguido esto se lanzaron a corromper las legislaciones nacionales para destruir a las pequeñas y medianas empresas nacionales (los principales enemigos en el proceso) y al mismo tiempo fomentar la formación de gigantescos ejércitos de burócratas y dependientes del Estado (y de las mismas multinacionales).

Es decir, estas multinacionales jamás apoyarían un proceso de secesión como el explicado por Hoppe. Más al contrario, harían todo lo posible por destruirlo, ya que hemos de tener claro: las multinacionales y aquellos que buscan la instauración del Gobierno Mundial forman son y forman parte de lo mismo.

Por lo tanto podemos descartar que algún día un proceso de secesión generalizado tenga lugar y cuente con la colaboración de las multinacionales, pensando ingenuamente que las mismas, por ser empresas de propiedad privada, son enemigas al Estado.

Para entender eso hace falta entrar en un plano más metafísico y reconocer que existe una guerra oculta desde hace mucho tiempo, más de lo que la gente se imagina.

Lo mismo se podría decir del Estado. Todos los que ocupan las más altas posiciones de todos los estados del mundo forman parte de organizaciones que están bajo el paraguas de la misma pirámide de poder.

La mayoría de los políticos actuales, son no obstante, unos ingenuos que simplemente siguen órdenes de sus superiores en pos de alcanzar la paz mundial; digamos que muchos no saben de la misa la mitad.

Son marionetas en medio de un juego de proporciones inmensas (eso sí, bien colocadas y pagadas).

Es por esto, que tampoco se podrá encontrar el más mínimo apoyo a ningún movimiento verdaderamente secesionista en pos de una sociedad de propiedad privada por parte de los Estados actuales.

Los mismos jamás permitirían que ello ocurriera de manera masiva, y ya ni siquiera de ninguna manera. Jamás permitirá el Gobierno de los Estados Unidos – que está, repito dominado por fuerzas supranacionales – que ningún condado de su país intente la secesión por su cuenta.

Es más, cualquier tentativa será aplastada con la mayor celeridad y podría servir, además, como excusa para la instauración del Nuevo Orden planeado por los grandes sacerdotes del internacionalismo.

Llegados este punto es difícil prever lo que va a ocurrir luego de la instauración de ese Nuevo Orden Mundial que están terminando de perfilar tanto los Estados como las multinacionales.

Estamos ciertamente en un momento cercano al “final de la historia”.

Lo que sí sé es que no vamos a ver un vuelco cíclico tal y como lo prevé Hoppe, sino que más bien tendremos que esperar a que el sistema actual llegue a su conclusión final, y que luego, por el peso de su gigantesca corrupción, implosione completamente dando lugar a una situación caótica y anárquica donde sí que se podría ver entonces, en situación de auténtico dramatismo y necesidad, el surgimiento de una verdadera aristocracia del espíritu encargada de proveer por la seguridad y la autoridad espiritual necesaria en momentos así.

O eso, o un vuelco metafísico de un orden más trascendente.

 

  • Este proceso cíclico ocurre en las demás civilizaciones también. Por ejemplo ver los ciclos dinásticos chinos.