Recientemente ha salido publicado un libro del que formo parte como colaborador y uno de sus artículos, «Alain de Benoist: Democracia, propiedad y bien común».
En el mismo hago una crítica constructiva a las ideas de de Benoist y de la Nueva Derecha, que tanto debe al autor francés.
Si bien considero que están acertados en muchas cosas, creo que se equivocan en tomar parte por la propiedad pública como solución de buena parte de los problemas que azotan al mundo.
He de reconocer que siendo así es más fácil atraer atención y popularidad. Pocos defensores hay ya de la propiedad privada genuina.
La mayoría de los que quedan son defensores también de la democracia como sistema óptimo, pero los mismos están igualmente engañados.
Unos por creer en la propiedad pública, por decirlo de alguna manera, – La Nueva Derecha – y otros por creer en la democracia – los liberales.
Ni uno ni otro son los caminos de la verdad. Ambos forman parte de una especie de dialéctica hegeliana, en la que todos los caminos conducen a Roma; pareciendo diferentes, no son sino caras diferentes de una moneda.
Aunque los proponentes de la Nueva Derecha van ya un paso más adelante al defender conceptos como «democracia orgánica», participativa o real. Sin saber, que es eso mismo lo que quieren las fuerzas del enemigo.
Por decirlo así, era solo cuestión de tiempo que la democracia acabara en un sistema totalitario. Aún parece a años luz, pero no está tan lejos como la mayoría creen.
Es más, las fuerzas de la mentira son tan fuertes, que las masas creerán haber conseguido la mayor de las libertades justo en el momento final del ciclo: cuando están a punto de entrar en la esclavitud de aquel que está en la cúspide de las fuerzas de la materia, aquel al que algunos llaman EL.
Después de todo, una de las características del mal y de estos momentos finales del kaly yuga, es la del triunfo del mal haciéndose pasar por bien, en un proceso tan vasto y complicado que no se puede explicar bien con palabras. Eso hay que «sentirlo», por decir así.
No se puede salir del «sistema actual» a través de la propiedad pública, pues la misma es el final del camino de dicho «sistema».
Tampoco se puede salir del mismo a través de menos Estado pero con democracia, dado que ello derivaría en los mismos problemas actuales en no mucho tiempo.
No obstante es de elogiar que algunas fuerzas queden aún que intenten buscar una salida más o menos honesta a este mundo que nos dirige sin prisa pero sin pausa hacia el totalitarismo más atroz.
Un totalitarismo que al final no necesitará ni de armas para controlar a sus enemigos.
El arma definitiva del Estado saldrá a la luz cuando se cristalice la materia un poco más. Cuando todos seamos controlados por la «Marca de la Bestia», es decir por el Estado y sus controles «virtuales».
Las fuerzas materiales del ciclo, son tan fuertes que no se puede hacer nada por evitar eso.
Van camino de su destino como un «reloj».
¿Qué podemos hacer?
Poco la verdad, salvo resistir las cada vez mayores tentaciones de las fuerzas de la materia. Tentaciones que crecerán exponencialmente a medida que nos adentremos en los momentos finales del «Reino de la Cantidad».