El mal menor

¿Cuál es la mejor opción en la política del mundo moderno?

En primer lugar deberíamos ver cuáles son las opciones disponibles en la actualidad.

Si nos atenemos a la visión moderna de que el mundo actual es la cúspide de la civilización y el desarrollo humano, así como la antesala a la transmutación humana hacia un estado superior, entonces las opciones presentes deberían ser las más cercanas a ese estado óptimo de la política humana.

Esas opciones serían, cómo no, todos los partidos demócratas de la actualidad, desde los demócratas conservadores a los socialdemócratas, pasando por los partidos radicales de izquierda y “derecha”.

Esto es lo que existe hoy en la mayoría del mundo, salvo casos minoritarios y muy particulares de algunas monarquías, por lo demás corruptas hasta los tuétanos, árabes, las cuales podemos pronosticar que no tardarán mucho en hacer su transición a democracias o a tiranías directamente.

La elección de la modernidad está clara: la mejor opción es el igualitarismo extremo y su corolario: la democracia.

Como sabemos, esta última desemboca en tiranía de manera irremediable, así como la vejez sigue a la madurez, solo que, la sociedad moderna, piensa que podrá, mediante sus avances científicos violar dicho proceso natural y conquistar, por tanto, la inmortalidad; lo cual a su vez implica en la creencia moderna de la democracia o Jauja eterna. Y Jauja va a haber, cortesía del Uno y su holocausto final.

Una visión tradicional nos dice que nos encontramos en el punto más bajo del ciclo o la manifestación presente, y que la mentalidad moderna no sería sino un espurio reflejo del Jardín del Edén o Edad de Oro; y como consecuencia de ese descenso cíclico, todas las posibilidades que nos ofrece la modernidad estarían corrompidas y alejadas de una verdadera espiritualidad o de la Verdad.

Por lo tanto, aquí no caben ilusiones sobre la posibilidad de salir de este agujero cada vez más grande, por medios políticos, cuando la misma política tiene que estar por necesidad al servicio de las fuerzas disolutivas.

La única vía apropiada para alguien que tiene una mínima noción de valores inmutables o tradicionales es la de retirarse al interior y “renunciar” a la política.

Esto es lo que podemos considerar como apoliteia y que fue explicado por Julius Evola de manera magistral en su obra Cabalgar el tigre.

Aquellos que están en la modernidad, pero no pertenecen a ella, deben tomar una posición indiferente ante las organizaciones o actividades existentes, las cuales están en las antípodas de lo tradicional y de un mundo verdaderamente justo.

Lo menos malo

No obstante, y como en alguna ocasión escribió Evola (1), la única alternativa que se presenta en el mundo actual, y me atrevería a decir que siempre, es la elección del mal menor; y esto es algo que también hizo Schuon en Mundos antiguos.

Este último tiene razón al afirmar que “como hay bien y mal por todas partes, se trata esencialmente de saber donde se encuentra el mal menor”. Así, somos conscientes de la inutilidad de buscar un bien absoluto en ningún movimiento político que se pueda dar en este mundo, aunque sí sabemos que hay modelos que son menos dañinos que otros, o que de alguna manera representan a la verdad mucho mejor que otros.

Por ejemplo, en el nacional socialismo, a pesar de su vertiente igualitaria, servil o vulgar, se encuentra una verdad mucho más grande que en las vertientes opuestas del izquierdismo igualitario acérrimo que busca las profundidades del Tártaro. El primero, a lo máximo que puede aspirar, es a detener momentáneamente el devenir de la rueda, o al menos a disminuir la velocidad con la que desciende, pero eventualmente está condenado a fracasar por las fuerzas de inercia de este mundo regido por el príncipe del tiempo. Pues incluso si triunfa y logra instaurar un sistema político medianamente jerárquico; no tardaría muchas generaciones en degenerar y dar paso al estadio final de las fuerzas de la materia y del credo igualitario.

Demagogia y modernidad

Esto es así, porque las fuerzas materialistas, entre las que están la misma base de la civilización actual con toda su maquinaria infernal, hacen que sea metafísicamente imposible que en tales condiciones se produzcan alternativas ausentes de demagogias de algún tipo.

Sabemos que la única alternativa que sería posible hoy día y que se aproximaría más a la «Unidad» o la «Verdad» sería la abolición de la propiedad pública de los medios y la instauración de una sociedad de propiedad privada, pero eso, aunque Hans Hoppe crea que es posible, no es sino otra utopía más dentro de la realidad en la que nos encontramos. Loable sí, pero imposible de realizar en las condiciones actuales.

Esto solo podrá ser realizable al principio de todo, es decir, cuando este ciclo termine y comience el siguiente.

La alternativa más sobria es la de afrontar el devenir de manera estoica y defendiendo la verdad interna, y sabiendo que, aunque el fin de esta manifestación o Creación, esté cerca, tiene que haber de alguna manera un sentido trascendental para que ello sea así.

 

(1)   En Orientaciones Évola explica como ante la tesitura de elegir entre el antiguo bloque soviético y el americano capitalista el último sería un mal menor. Cuestión que al parecer le trajo algunas críticas. Y a este respecto podemos estar de acuerdo, a pesar de que pueda parecer contradictorio, y sabiendo bien que el sistema americano democrático no es, como bien saben los evolianos, otra cara de la misma moneda. A este respecto, y a pesar de lo que muchos otros crean, el sistema soviético no es sino la consecuencia final del sistema democrático. Por lo tanto, la democracia sería el estadio anterior a la tiranía (comunismo), aunque por otro lado, estando este último más cerca de la disolución también es verdad que está más cerca de la salvación; si de buscar un consuelo se trata.