Si hay un sitio que define perfectamente es y va a ser el camino escogido por Occidente, nuestra civilización, en los próximos años, es Detroit, la ciudad de Robocop. Películas que parecían ciencia ficción en su momento, pero que hoy han encontrado en la realidad un escenario igual de dantesco, o peor que el descrito en aquella serie. Solo falta el robot, pero quien dice que no tendremos robots en el futuro haciendo el papel de nuestro querido personaje.
La ciudad de Detroit es hoy en día, probablemente, la ciudad con más miseria y problemas de los Estados Unidos.
Un caso de lo más extraño.
Una ciudad caótica que se enfrenta a continuos apagones, problemas de abastecimiento de aguas y crimen masivo en medio de los Estados Unidos, y rodeada de zonas residenciales a 50 km, donde la vida es más o menos apacible y confortable. Desde luego, los Estados Unidos sigue siendo un país de contrastes.
Un artículo en el Detroit Free Press del 2014 nos recordaba que 100.000 casas estaban a punto de ser desahuciadas por no pagar impuestos. Es decir, una séptima parte del total.
Este párrafo explica básicamente el problema de la cuestión, y el porqué Detroit pasó a ser la ciudad más próspera de los Estados Unidos en menos de 50 años.
Todo un récord. Similar al de Venezuela, que en 1970 era una de los diez primeros países del mundo en renta per cápita y hoy da lástima, aunque no pocos aquí quieren importar el modelo venezolano a España. Y eso que no somos el país con las mayores reservas del mundo de petróleo. No sé cómo piensan financiar ese modelo los que sueñan con el mismo aquí. ¿Con turismo? ¿Con industria propiedad de la Generalitat?
La historia es más o menos así.
Detroit fue la cuna de la industrialización americana y del Siglo XX, casa de las principales empresas del motor del mundo. ¿Quién no conoce la Ford y el Fordismo?
El éxito de la ciudad era tal que tenía los mejores salarios y condiciones laborales del país (de los EEUU, que ya es decir).
En ese clima de superabundancia y dinero a borbotones empezaron a surgir fuertes movimientos sindicales, sociales e igualitarios de todo tipo. El partido comunista americano debe mucho a Detroit. Curioso.
Ya en los años 1960s, algunos alcaldes de corte socialista como Jerry Cavanaugh puso en marcha sus sueños igualitarios.
Había que compartir la riqueza de Detroit.
Creó programas masivos de reparto y ayuda social. Ni que decir que dichos programas tuvieron que ser financiados con impuestos cada vez mayores.
En parte por el éxito económico y el trabajo sobrante, y en parte por los programas sociales masivos creados en esos años, Detroit atrajo una cantidad enorme de población pobre de otras partes del país, sobre todo de raza negra.
El problema es que por alguna razón, en 1967 estallaron los que probablemente son los peores disturbios raciales de los Estados Unidos en Detroit. Murieron muchas personas y parte de la ciudad quedó en llamas, pero la actividad de Detroit volvió a su cauce.
Detroit una ciudad en ruinas
Lo que no volvió a su cauce fue la relación de creación de riqueza que había caracterizado a la ciudad anteriormente.
A partir de ese momento la clase media americana abandonó la zona metropolitana en masa hacia municipios y pueblos de las afueras. El impacto de esos disturbios en el psique de Detroit fue enorme.
También, en cierto modo, pudieron ver el futuro que se les venía encima.
Desde los 50 y 60 y 70 los dirigentes demócratas de la ciudad incrementaron las políticas sociales como ninguna otra ciudad de los EEUU había hecho.
Ayudas, regulaciones, impuestos, más ayudas, más regulaciones y más impuestos.
Esa fue la dinámica en que entró la ciudad desde entonces. Dinámica acelerada cuando solo quedó poblada por los inmigrantes que habían llegado en las décadas previas buscando la prosperidad.
Esos inmigrantes pobres en busca de riqueza se encontraron de repente siendo los dueños de la ciudad, y así ha sido desde hace unas tres décadas.
El problema es que no entendieron que lo que les había atraído para salir de la pobreza era una ciudad ausente de impuestos y llena de fábricas y negocios privados: el famoso arsenal de la democracia, donde se produjeron tantos tanques o más que en toda Alemania durante la guerra. Y no solo en las grandes fábricas sino en las centenares de pequeñas empresas industriales que poblaban toda el área en la época. La Sylicon Valley de antaño, pero industrial.
Estos inmigrantes pobres han tenido mayorías de gobiernos demócratas desde entonces, con cada vez más y más ayudas sociales.
La cosa no se salió de los carriles, a pesar de la evidente decadencia, hasta hace no mucho. Digamos que todavía quedaba algo de capital del pasado que consumir.
Pero los últimos diez años han sido ya una hecatombe para la ciudad, sobre todo la crisis del 2008, donde el número de problemas presupuestarios, ya existentes previamente, aumentaron de manera exponencial.
Al venir de una era de gran riqueza y haber sido la capital industrial del mundo, los programas sociales construidos durante los últimos 40 años estuvieron basados en cifras fantasiosas. No se podían mantener a largo plazo ni con la industria. Por eso la industria huyó.
Pero aún así, han continuado añadiendo más y más programas en una ciudad cada vez más depauperada y a la que incluso muchos de los descendientes de los pobres inmigrantes de antaño, abandonan cada año en búsqueda de un futuro mejor.
Detroit ha pasado de tener 1,8 millones de habitantes en 1950, la cumbre de su prosperidad, a solo 700.000 hoy día, para que nos hagamos una idea.
Pequeña recuperación de Detroit después del 2013
En el 2013 la situación financiera era tan insostenible que Detroit tuvo que declarar la bancarrota, la mayor de un municipio en la historia de los Estados Unidos.
Los gastos en pensiones absolutamente fuera de mercado; los impuestos masivos sobre viviendas; los gastos sociales disparatados y la crisis financiera de los últimos años forzaron lo inevitable.
Algunos de los más afectados por la bancarrota fueron, como no, los acreedores y los pensionistas.
La gente puede pensar que no pagar a los acreedores es la mejor solución. Pero eso tiene consecuencias bastante graves. Por el hecho de que no pagas lo que debes, de acuerdo, pero no vas a encontrar nuevos acreedores en un futuro, y no en las condiciones de antes.
Steven Rhodes, el juez responsable del proceso de bancarrota, recordaba en 2013, que la ciudad no tenía ya medios para pagar a la policía, bomberos y diferentes servicios.
En cuanto a los derechos de los pensionistas, la mitad de lo que debía Detroit (y supongo que aún debe) era para pagar a estos, todo un problema. Algo similar a lo que veremos en España en un futuro cuando la quiebra del Estado español sea inminente o realidad.
Al igual que los pensionistas en Detroit, el gasto en pensiones en España, (y Europa) es insostenible. Y más insostenible que será conforme se vayan implementando las políticas socialistas que están en mente de las masas europeas.
Pero lo cierto es que hay voces, como este artículo en Político, que nos dice que la situación ha mejorado ligeramente en los últimos dos años, con una gran cantidad de negocios abiertos que se pueden ver en las, hace no mucho, deprimentes calles de la ciudad.
Quizá esto tenga que ver con el hecho de que la bancarrota marcó al menos un suelo en la caída brutal que lleva Detroit desde hace 50 años. Aunque más bien creo que es un “rebote”, si usamos jerga bursátil. Un rebote que no durará muchos años, pero que al menos sirve para insuflar un poco de optimismo y alegría comercial a la ciudad.
El problema es que, tal y como dice más adelante la autora del artículo de Politico, una pareja de ciudadanos de clase obrera de Detroit se quejan de la nueva situación.
Se quejan de que haya dinero para nuevos negocios y la mejora de la zona comercial y no para educación de las nuevas generaciones (sic).
Detroit en bancarrota
Sin darse cuenta, ahí nos está dando la clave de cuál es la mentalidad que llevó a Detroit a la ruina y que amenaza con hacer que permanezca en la misma.
Ante una mínima mejora en las condiciones de la ciudad, al menos las comerciales y de seguridad en las calles del centro, los antiguos habitantes (es decir, los inmigrantes pobres del sur de antaño) vuelven a pedir más “educación” y “programas”, es decir, el mismo problema que llevó a Detroit a la miseria.
Creo que con esa mentalidad no van a salir de la crisis que tiene esa ciudad, y que la misma va a seguir tocando fondo hasta no se sabe cuándo. Quizá hasta que no quede nadie.
Esos antiguos inquilinos de Detroit deberían estar rezando porque volvieran las empresas de manera masiva a la ciudad, pero para eso tendrían que eliminarse buena parte de los gastos sociales y por tanto reducirse los impuestos, los más altos de la nación.
Con unos impuestos así no es de extrañar que la mitad de las viviendas ni paguen impuestos y se nieguen a hacerlo.
Lo que no entienden esos pobres habitantes de Detroit que la mejor manera de revitalizar su ciudad es dejando los sueños socialistas, redistributivos y por tanto eliminando esos impuestos. Si convirtieran a Detroit en la ciudad con menos impuestos de los Estados Unidos, no pasaría mucho hasta que la misma volviera a ser una de las ciudades más prósperas del mundo.
Eso, desgraciadamente no pasará. Así como tampoco pasará en España, Europa y el resto de los Estados Unidos, los cuales van como cohetes hacia el modelo de Detroit.