¿Cuál es la verdadera democracia?
Cuando analizamos el valor absoluto de la democracia tenemos dos extremos opuestos: por un lado, lo que yo denominaría, democracia radical o verdadera, y por otro lado la democracia universal o dictatorial.
Ni que decir, que en el mundo actual es la segunda en la que creen de manera fanática las masas de los cuatro rincones de la Tierra.
Vamos a analizar en qué consisten ambas ideas.
Democracia Universal
Empezaremos por la segunda, la de de la democracia universal.
Esta es la democracia igualitarista que todo el mundo defiende hoy en día. La misma es la que se ha impuesto en el mundo.
La misma considera que los ciudadanos de un mismo territorio tienen todos el mismo derecho político; por cuestión de número o cantidad, como podemos ver.
De entrada aquí tenemos, por tanto, una ideología absolutamente contraria a la calidad o cualidad.
Esta ha sido la democracia que ha sido impuesta desde el comienzo del último ciclo de esta humanidad; como diría Hans Hoppe de aristocracia a monarquía y de monarquía a democracia. Pero la instauración de la última no vino de manera radical; como toda marea ha de ir ganando fuerza poco a poco hasta que llega al punto más alto de la misma.
El reino de la cantidad democrático empezó (en Suecia no hubo sufragio universal hasta 1921, o en los EEUU hasta 1965) con restricciones a la votación grupos de población, generalmente hombres de cierta edad, o con cierto patrimonio.
Desarrollo de la democracia
Primero votarían los hombres de cierto patrimonio, y con el paso de las décadas se irían abriendo las vedas a diferentes sectores, terminando por las mujeres, y la práctica totalidad de la nación salvo los “menores” de edad.
Siendo una ideología igualitaria extrema, hemos de entender que la meta final, desde un punto de vista lógico, de la misma sea la democracia universal o global: aquella que da el derecho de voto de manera equitativa a cada ciudadano del planeta.
Esta es la consecuencia lógica final de esta democracia. O bien aceptamos este hecho o bien aceptamos que hay algo que no funciona en el mismo.
Si aceptamos que un hombre alemán tenga igual voto a otro alemán porque la democracia es lo mejor, ¿por qué no aceptar que un chino tenga un voto igual al alemán? ¿No es acaso otro ser humano igual que el alemán? ¿No sería lógico concluir que el resultado deseable de dicha filosofía debería ser una democracia mundial o “Nuevo Orden Mundial”?
Si aceptamos la democracia como se lleva planteando en estos últimos siglos entonces deberíamos admitir este resultado.
Democracia radical
En cuanto a la primera democracia, la radical o verdadera, está basada en el derecho personal inalienable de secesión. Esta cuestión de la secesión ya fue vista por Von Mises en su época, aunque de manera tímida, pues el mismo confiaba en el estado democrático liberal, pensando que el paso del periodo anterior al capitalista había sido una mejora de la humanidad hacia mejores formas de propiedad privada, cuando justo lo contrario fue lo que ocurrió, es decir que el paso resultó en un incremento de la propiedad pública de los medios de producción.
No obstante, Mises sabía de manera bastante clara que si defendía la libertad hasta sus últimas consecuencias tendría que llegar a la conclusión de que todo ciudadano tiene el derecho a escindir su participación de cualquier organización, siendo la negativa de la misma el hecho reconocido que ese ciudadano sería su esclavo por el mero hecho de la “cantidad”. Sin embargo, no llevó esta defensa hasta sus últimas consecuencias. Algo así terminaría por hacer Hans Hoppe.
“Ninguna persona o pueblo debería ser mantenido contra su voluntad en una asociación política en la que no quiere participar”
Von Mises (Nación, Estado y la Economía)
Pongamos un ejemplo.
Diez ciudadanos de una región se asocian en una democracia, en la cual el primero produce 20 unidades de x y el resto producen también 5 unidades de x cada uno.
El primero decide unirse en esta democracia por el hecho de que el resto de ciudadanos ejercerán en mayor medida, por ejemplo, la función de defensa.
Una vez constituida tenemos, por ejemplo, que la amenaza exterior, por la cual fue constituida inicialmente la democracia desaparece, y casualmente los nueve restantes ciudadanos dejan de producir x, y como están en democracia deciden unirse en el partido yyy; en el cual deciden como principal política que el ciudadano primero tendrá que darles dos unidades de x a cada uno de ellos.
¡Porque lo dice la democracia!
Ahora el ciudadano primero se dará cuenta de que tendrá que trabajar para producir 20 x, quedarse con 2 y que el resto de ciudadanos consuman la misma cantidad a la que él tiene derecho, pero con la diferencia de que el único que se partirá el lomo será él.
No creo que el mismo estuviera muy contento del resultado.
Por ello pide el que cree derecho natural de poder escindir su participación de ese Estado.
Los otros miembros en votación se la niegan.
Esa es la democracia universal.
Como vemos la misma niega el derecho de otro a no participar de algo que no considera justo contra su propia voluntad, y partiendo desde una misma posición.
Como es fácil de deducir esta democracia conduce a la esclavitud de algunos de sus miembros.
Así es más o menos como funciona la democracia universal o despótica.
Democracia y derecho de secesión
Desde el punto de vista de la secesión, el primer ciudadano tendrá el derecho natural a poder separarse de dicho Estado, por su propia voluntad y porque no le debe nada a nadie.
¿Dónde vemos esclavitud de esta manera?
Aquí no hay esclavitud sino libertad.
La democracia radical está basada en la libre voluntad, al contrario que la anterior, basada en la imposición.
Si buscamos un análisis absoluto hacia el derecho de secesión veremos que el mismo nos lleva a reconocer el derecho fundamental de la propiedad privada y de la renuncia a participar de la propiedad de otro contra su propia voluntad.
Este tipo de democracia o filosofía no descarta en principio el derecho de otros a vivir comunalmente o como democracia universal. Solo pide el derecho a secesión.
¿Qué hay de malo en ello?
¿Democracia radical o universal? ¿Libertad o igualdad? ¿Propiedad privada o propiedad pública? ¿Voluntad propia o imposición? ¿Espíritu o materia? ¿Bondad o poder?
O escogemos una o escogemos otra.
La democracia verdadera
La democracia radical es pues la verdadera democracia; aquella que penetra hasta el final de lo regional y local: la propia persona.
Quedarse en lo regional o local es no dar el paso definitivo, pues da igual si la esclavitud es local o imperial o multiétnica como la soviética u occidental actual.
No obstante, es en el paso (1) a lo local y lo regional donde reside una esperanza de que se pueda llevar a cabo una destrucción, aunque sea parcial del presente sistema. Pero este, me temo, no es el camino por el que transita la sociedad actual. La misma defiende cada vez más la denominada democracia orgánica o participativa, la cual si se aplica de manera radical desembocaría en una miríada de regiones independientes a lo largo y ancho del mundo; el problema es que las masas actuales no disocian dicha democracia orgánica de una democracia universal.
Esto se puede ver de manera indirecta en la masiva creencia en todas las sectas e ideologías New Age de Occidente que defienden el camino hacia la Unión, hacia el mundo unido y libre; unido por supuesto por el Estado.
Todas las defensas que he podido ver de dicha democracia orgánica son en el mejor de los casos, totalmente ambiguas.
En la mayoría de los casos se defiende directamente una democracia participativa bajo un marco universal. Y creo que este será el camino finalmente elegido por las masas: el de elegir la democracia de la esclavitud.
No obstante, tengo la certeza de que tampoco es posible -o es casi imposible- ya la construcción de una base de democracias “reales” en el mundo, pues ello no será, a estas alturas, permitido ni por las élites kabalistas ni por las masas que tan ingenuamente las siguen.
En los tiempos que vienen tendremos que contentarnos con mantener la independencia de nuestras almas, pues la batalla final será sobre las mismas.
(1) Como defiende Hans Hoppe.