Multinacionales: resultado inevitable del «Capitalismo»
Uno de los primeros efectos del surgimiento del Capitalismo fue el gran crecimiento de las sociedades empresariales que poco a poco y mediante un feroz juego de eliminación mutua han llegado a ser las grandes multinacionales de hoy día.
Aunque a modo de anécdota, creo que no muchas de las que eran las mayores empresas en el Siglo XIX siguen siéndolo hoy. Muchas quebraron y desparecieron y otras fueron absorbidas por otros gigantes. La mayoría de las personas dan por hecho que las multinacionales son el mismo eje del mal y que este mal no es otro que la propiedad privada y la cacareada desregulación.
El Pensamiento general es algo así como que las multinacionales tienden a la concentración del capital y el monopolio. Que con su crecimiento rapaz van devorando los recursos de los estados y destruyendo los derechos de los trabajadores y la misma existencia de los estados. Se da por hecho que estas son monopolios y que como monopolios son malas para los consumidores y los ciudadanos en general, pues se unen en conglomerados para dictar precios por encima de lo que sería justo y así ganan una cantidad enorme de beneficios que envían a luego a los paraísos fiscales.
En todas las opiniones de la gente, nadie menciona que el Estado y los servicios que este presta son también monopolios, pero esto no es de extrañar pues las masas están totalmente postergadas de rodillas ante su nuevo dios: el todo poderoso Estado. Ente que en el ideario de las anteriores, representa todo lo noble y racional de la existencia humana, siendo las multinacionales al contrario las representantes de todo aquello que es malo: la codicia, el ansia por los beneficios, la corrupción.
Partiendo de esta base no es de extrañar que las multinacionales tengan una imagen tan mala. Y lo curioso es que esta mala imagen que tienen en la mayoría del público no es desmerecida. Pero no desde el punto de vista que el pueblo lo ve, sino desde otro que es radicalmente opuesto. Es cierto que las multinacionales no representen ya los valores genuinos de los ciudadanos y la razón principal es que se han convertido en apéndices del Estado, o por decirlo de otra manera: en parásitos del Parásito.
Capitalismo de la Edad Media y la llegada de las empresas
El proceso por el cual se desató el Capitalismo viene de muy atrás. Tan atrás en realidad, que no existe dicho comienzo, pues no puede haber comienzo en lo que eterno. Todo sigue la regla de causa efecto, que viene rodando en las eras del tiempo desde siempre. El fin del Imperio Romano marcó el último episodio de la última etapa del hombre occidental. Su caída dejó el aparato social en precarias condiciones, aunque necesarias dado el grado de corrupción previa característica de toda fase final.
En esa austeridad, bajo las condiciones sociales tradicionales y “anárquicas” (en el sentido de ausencia de Estado del Bienestar de ningún tipo salvo los intentos de la Iglesia por mantener viva la llama del igualitarismo moderado), y tras duros y penosos siglos de gestión privada de los medios de producción se logró un despegue muy fuerte en la base genética europea que permitió el desarrollo de la mayor revolución tecnológica de la historia conocida, la cual devino en un aumento de la riqueza y la confortabilidad material sin parangón.
El Régimen previo de propiedad privada, o sea, las monarquías europeas y lo que quedaba de aristocracia, perdió la base de su apoyo debido a que la mayor productividad de los medios que se estaban poniendo a disposición hacía que las masas fueran, sin darse cuenta, cada vez más ricas y más demandantes. Es en este escenario de aumento de productividad general, en el cual las masas empiezan a dibujar en sus corazones todos los postulados mitológicos del socialismo. A partir de ahí, creerán que son el socialismo y la democracia los culpables del grado de bienestar del que gozan y han gozado durante los últimos dos siglos. Pero no saben que se encuentran bajo la ilusión de la diosa Kali. Cuando en realidad, el socialismo no es la causa de la riqueza material, sino su consecuencia. Y eventualmente, la causa de la caída de la anterior hacia el estado de “pobreza” originario, completando así otro círculo de la pescadilla que se muerde la cola por los siglos de los siglos.
Los reyes comenzaron a ceder su poder lentamente, ante el empuje de la confortabilidad material; la mayoría cedieron cotas de poder a la burguesía en la formación de los primeros parlamentos nacionales.En estos primeros estadios del Capitalismo ya empezaron a surgir las primeras empresas de tamaño considerable. Su crecimiento hasta día de hoy ha sido paralelo con el otro, y en realidad, gran beneficiario de la Revolución Industrial: el Estado y la filosofía igualitaria.
Beneficios de las multinacionales
Las empresas tienen un objetivo evidente, que no es otro que hacer un beneficio. Y para ello usan los recursos de los que disponen de la manera más eficiente posible. Y siguiendo ese principio de eficiencia, unas empresas trabajarán mejor que otras y por tanto es lógico que unas desaparezcan, otras se creen, otras crezcan y otras decrezcan o sean absorbidas.
No hay nada anormal en ello.
En cierto modo es la forma en que un cuerpo biológico sano funciona: aquellas partes que funcionan bien sobreviven y crecen y aquellas que funcionan mal perecen. Por lo tanto, es lógico que las empresas más eficientes crezcan en tamaño. Pero, ojo, que el crecer en tamaño presenta un problema muy grande.
El problema de la dificultad creciente de gestionar los recursos eficientemente por parte de un dueño si la empresa sobrepasas los límites de su fiscalización personal. Y en un sistema de propiedad privada puro, esto, y la imposibilidad de imponer barreras de entrada como solo los Estados públicos hacen, haría que el crecimiento de las multinacionales estuviera limitado, debido a la feroz (libre) competencia de la que serían víctimas por parte de todos los agentes del mercado. No habría sitio para patentes estúpidas, ni para regulaciones ridículas.
En un sentido parecido a lo anterior, el sistema previo al Capitalismo, también era un sistema de empresas, pues a pesar de no tener las connotaciones capitalistas actuales de mercados de capitales, financieros, bolsas, etcétera; las aristocracias de antes gestionaban sus recursos de la manera más eficiente posible.
En esas épocas de escasez, nadie, ni el aristócrata, ni el mercenario profesional, ni el granjero, ni el gremio, podían permitirse la gestión pública de los medios de producción Los aristócratas o reyes menos “eficientes” iban cayendo también en manos de los más “eficientes”. Los ducados se convertían así en reinos.
Digamos que esta fue una etapa de consolidación capitalista en la que el papel de las multinacionales y los Estados actuales, lo tenían las monarquías y aristocracias más exitosas en el tiempo, además de ciertas empresas y negocios privados. Desafortunado aquel que tuviera una serie de nobles o reyes derrochadores o ávidos de impuestos. En la austeridad maltusiana de la época, no hay lugar para alegrías socialistas. Se impone la más estricta observancia del respeto de la propiedad privada.
Caída de la aristocracia y surgimiento de las multinacionales
La llegada del mundo empresarial llegó con la caída del sistema previo de gestión privada: el de la Nobleza y la Monarquía. La cesión del poder por hacia el Tercer Estado (la burguesía) significó el punto de partida sobre el que se asentaron las empresas del futuro. Consecuencia de la toma del poder por la burguesía, surge en el S.XIX un sector empresarial cada vez más grande y más fuerte, que en su momento fue parte del motor que hizo crecer la riqueza material de Occidente en todos los sentidos.
Pero esa época estaba caracterizada por una presencia muy importante de las pequeñas y medianas empresas nacionales, por la escasa presencia multinacional del Sistema (la cual estaba en su fase gestora) y sobre todo por el escaso tamaño del Estado, consecuencia de venir de un Sistema donde el igualitarismo no existía. Esta última siendo la más importante de todas. En esas condiciones es donde se dio el injustamente criticado Liberalismo *.
En la etapa del Liberalismo las empresas aún no habían alcanzado la capacidad rapaz que tienen ahora. La libre competencia, la falta de regulaciones y la existencia de un mercado verdaderamente libre hacía que la única consecuencia del sistema empresarial fuera un aumento de la productividad de Occidente sin parangón. La cuestión es que dicho estado de triunfalismo vino acompañado por un incremento igual de dramático de los sentimientos altruistas e igualitarios en las masas europeas, y lo que antes fue la cesión del poder por parte de las monarquías hacia el Tercer Estado, se convirtió en las primeras fases de la cesión del poder por parte del anterior hacia el Cuarto Estado: el Gobierno del pueblo para el pueblo y su corolario: la Democracia.
Multinacionales y Capitalismo
Sentadas dichas bases, el siguiente paso fue el comienzo del crecimiento masivo de los estados del bienestar en Europa. Que en aquella época fue mucho más dramático que ahora. Esto es así porque la base de la que partía Europa era mucho más baja que ahora, y un incremente del Estado público del 5% al 10% de la producción de un país tenía unas repercusiones muy grandes, ya que estamos hablando de incrementos del 100% en no demasiado tiempo. Hoy en día, cuando el Estado igualitario alcanza más del 50% de la gestión de los recursos de un país, ya no queda mucho margen para subidas del 100%. La próxima que se dé nos llevará al estado totalitario final: El Nuevo Orden Mundial.
Fue con el abrazo total a la ideología igualitaria democrática, que los estados empezaron a crecer de manera considerable. En esas circunstancias, las multinacionales se encontraban con un problema. ¿Qué hacer cuando el Estado crece? Pues crecer con él. Y la que no lo haga queda condenada al ostracismo y la desaparición en los anales de la historia.
Multionacionales parásitas
De esta manera, las multinacionales se convirtieron en el parásito del parásito; pero no en un parásito benigno (pues no son la negación de la negación, sino más bien una continuación de la misma). Sino en un apéndice del parásito supremo (el igualitarismo) con el que de manera simbiótica contribuyen a fagocitar al cuerpo social, con el único objetivo de sacar el máximo beneficio en el menor tiempo posible, pues en cierto modo (y de manera subconsciente) que algún día, cuando el Estado alcance casi el 100% de la sociedad, se les acabará la fiesta.
Ante el crecimiento del estado burocrático las grandes empresas se vieron confrontadas con el hecho de tener que lidiar con un aparato burocrático cada vez mayor. Las masas empezaron a votar socialdemocracia, la cual empezó a introducir, legislaciones en cada vez más ámbitos de la esfera pública. Las empresas simplemente siguieron esta marea y se montaron en la ola.
Podrían haber elegido mantenerse al margen y tratar de derrotar a sus competidores mediante la producción genuina, pero eso fue (y es) imposible por el hecho de que algunas optaron por vender su alma al diablo y aliarse con los Estados, creando entonces las primeras regulaciones masivas de la producción que las favorecían con respecto a otras competidoras (sobre todo las más pequeñas). Es por ello que la tendencia innata a la gran empresa si quería sobrevivir al crecimiento del estatismo fue la de abrazar al mismo.
Las multinacionales hoy en día.
Hoy en día, las multinacionales, a pesar de la defensa que hacen de las mismas la mayoría de liberales, son entidades del Estado, y por ende van a defender todo lo que este defiende: el proceso de construcción de un Estado Mundial igualitario. Ya no se las puede considerar como defensoras de la propiedad privada.
La normativa que tienen que afrontar para la elaboración de cualquier producto, su comercialización y venta y el hecho de estar totalmente metidas hasta el fondo en los diferentes partidos políticos ha hecho que las mismas formen parte de la maquinaria estatal. Cuando una multinacional crea, en connivencia con un órgano burócrata, una legislación sobre algo, lo hace en detrimento de los consumidores y en pro del máximo beneficio a corto plazo; pues saben que a largo plazo (como diría Keynes): todos muertos.
Hoy en día han perdido toda conexión con lo que la defensa de un sistema de propiedad privada significa. Más al contrario, su acción, como brazos del Estado, está encaminada a empujar a la sociedad hacia un mayor igualitarismo, materialismo y consumismo; y por ello, no hay mayor defensor de la democracia que las mismas, pues saben de manera inherente que el camino de la democracia conduce al Estado Total, el cual es su amo y señor.
Lo que guía a los dueños de ese capital que forman todavía las multinacionales es la avaricia más pura y vil. Esta no tiene nada que ver ya con la conservación del capital que era característico de los reyes y nobles de antaño; o de los gremios; o de las empresas que operaban en el Siglo XIX; o de los pequeños autónomos que intentan sobrevivir día a día.
Corrupción de las multinacionales
Los dueños de las mismas han vendido su alma al Dios del consumo, y gozar mientras puedan de los frutos del materialismo más salvaje. No les importa que gracias a buena parte de sus productos, la humanidad se esté deteriorando genéticamente a marchas forzadas, pues lo único que les interesa es el aquí y ahora: lo mismo que a los gestores de lo público. Esto nos dice que el capital de esas multinacionales es en realidad prestado. Al igual que prestado es el capital que gestionan todos los líderes de cualquier democracia o sistema totalitario. Su único objetivo es el expolio de la manera más eficiente y rápida posible pues saben que llegará el momento en que el poder para dicho expolio cesará.
No hay sector en la actualidad que escape al efecto destructor de las multinacionales y el Estado. La intromisión del anterior es tan grande ya en el aparato social que no hay escapatoria posible a la acción del mismo. Una acción que tiene como uno de sus principales objetivos la regulación total de la vida de sus individuos. Las multinacionales se prestan gustosas para dicha regulación en pos de un beneficio a corto plazo. En este proceso no hay ya gestión privada de los medios de producción.
Todo lo que hay es corrupción al máximo nivel y consumo de capital desaforado: el principal, el de la condición genética humana. La fase disgénica está entrando ya en su fase exponencial.
Multionacionales de alimentación corruptas
Una de las industrias donde se da el caso de mayor connivencia entre el Estado y las Multinacionales es la de la comida.
Nótese que el empeoramiento de la salud de las poblaciones de Occidente se hizo notar de manera significativa en la segunda mitad del Siglo XX, cuando el Estado ya había crecido tanto, que cualquier legislación nueva tendría que ser realizada desde las tesis igualitarias. Si no, no es realizada.
Anteriormente, las empresas alimentarias no habían podido introducir las grasas poliinsaturadas y vegetales tan de moda hoy en día (y que contribuyen en no poca medida a la feminización rampante del hombre actual, y por tanto a la expansión del credo igualitario). Este tipo de grasas no era ni considerado por nuestros antepasados cercanos (no digamos ya por los no cercanos). Tuvo que ser la llegada de las tesis socialistas en el campo de la salud, junto con su invasión radical de las esferas estatales las que empujaron la creación de legislación que promueve el consumo de grasas vegetales, dándole vía libre a las multinacionales para que introdujeran dichas grasas como nuevo paradigma de la salud de la democracia.
El resultado de dejar la comida más tradicional y sencilla del pasado, como las grasas saturadas animales, frutas y algunos carbohidratos por grasas vegetales y soja, no se ha hecho esperar, y la salud de las masas se deteriora día a día, sin que las mismas se percaten realmente de ello. Mientras tengan pase a la teta eterna de la Seguridad Social (una de las vírgenes supremas del Partenón estatólatra), piensan que todo va bien y aceptan su destino. Lo mismo ocurre con todos los sectores que se precien hoy en día, entre ellos el farmacéutico, armamentístico, financiero, educativo, etcétera.
Todos están corrompidos hasta la médula.
El fraude de las multinacionales farmacéuticas
Por ejemplo, el sector farmacéutico y la psiquiatría. El problema parte del hecho que la educación pública es la que ha creado una profesión ficticia (pública), como los psiquiatras. Una vez estos se hacen con el control del ala correspondiente del Departamento de Sanidad, solo es cuestión de tiempo que alguna multinacional defienda, apoye y financie (por encima y por debajo de la mesa) las tesis que van a favorecer a este lobby, que aunque aparenta privado, no lo es. Todo lo contrario, es una creación del monstruo igualitario, y desde su misma creación garantiza que todo lo que va a hacer es consumir “capital” y fomentar el crecimiento de su Dios creador. Se crea un mercado pues público (ficticio), que como todo lo público terminará por crear más problemas, que a su vez hará que otros miembros de otra parcela pública acudan al rescate aduciendo ser poseedores de la solución (cuando lo único que hacen es satisfacer su ego y su bolsillo).
Cuando más del 70% de la gente depende directa o indirectamente del Estado (pensionistas, trabajadores públicos, trabajadores de las multinacionales y Blue Chips, parados, subvencionados), es imposible que pueda haber ninguna multinacional que proponga una legislación que vaya en contra de los intereses de los lobbies públicos que hay insertados en las diferentes capas del proceso, empezando por las mismas multinacionales, que repito, aunque no de hecho, sí de facto, forman parte del Estado.
Multinacionales y monopolio
La tendencia a la acumulación y a los monopolios no es inherente a la gestión privada de los medios de producción o anarco capitalismo, sino todo lo contrario. Es el Estado el que muestra un crecimiento imparable a la concentración y al monopolio absoluto de todas las esferas de la vida humana.
Las masas, al ser en su mayoría socialistas de diferentes grados, creen que las multinacionales actuales son causa de los mayores atropellos, lo cual es verdad. Pero piensan, equivocadamente, que la situación mejorará bajo el patrocinio de un Estado Socialista Europeo o Mundial. Con ello lo único que conseguirán es una concentración aún mayor del poder en el Estado, y por ende favorecen los intereses de los grandes capitalistas; que en realidad no son capitalistas, sino engañadores.
Cuando ello ocurra; y ocurrirá en muchos países , entonces alguna gente comprenderá poco a poco lo que significa un monopolio de verdad.
Multinacionales como agentes globalizadores
En definitiva, que las multinacionales se han convertido en la armas más potentes del sistema mundial dirigido a globalizar la humanidad. Aquí es donde entramos en el terreno realmente oscuro de estas entidades.
El concepto de multinacional es claro: un ente que abarca varias regiones y, por tanto, global. Este aspecto global es el que es realmente preocupante, y lo es porque el mismo entraña un avance a la uniformidad del mundo, destino al que van irremediablemente todas las sociedades.
Visto así y entendiendo un poco el carácter de aquellos que están detrás de las multinacionales es fácil entender el porqué las mismas son entes tan corruptos. Siguen una agenda que es implementada por una serie de elementos que podríamos llamar alquimistas sociales, los cuales entienden bien lo que tienen que hacer para llevar a la sociedad humana a un destino particular.
Mucha gente entiende que dichas multinacionales son corruptas y viles, pero no entiende por qué, más allá del hecho de ganar dinero o poder. Son realmente ingenuos en lo que respecta a la construcción del sistema internacional empresarial actual, y les falta por ver una cosa más complicada de entender: que los dueños de dichas multinacionales no mienten solo por dinero y poder, sino porque el mentir en sí, es un hecho de carácter religioso. Algo que tienen que hacer, sí o sí.
* Injustamente en el sentido que la filosofía imperante hoy en día, el Socialismo, nos quiere hacer ver, según la cual el Liberalismo es la causa de todos los males y de todos los problemas de la actualidad. El problema es que dicha crítica se hace desde el punto de vista según el cual las diferentes formas de socialismo son siempre superiores al anterior en la gestión de los medios de producción. El Liberalismo ha de ser criticado, pero por lo contrario, es decir, por haber sido la base sobre la cual se creó tanta riqueza que la conversión al igualitarismo por las masas era el siguiente paso lógico. En ese sentido, sí es cierto, que el Liberalismo creó la destrucción, pues luego del mismo vienen el Socialismo y la Democracia (que no son sino diferentes formas de llamar a lo mismo).