Parece que las profecías de las películas se van cumpliendo poco a poco.
¿Quién diría que los simios del Planeta de los simios podría llegar a convertirse en realidad?
Se aproxima el momento en el que el hombre libera la Caja de Pandora de la Quimera.
En realidad el escenario no va a ser calcado al de la famosa película de Charlton Heston.
La quimera del hombre y el mono viene de las manos nada menos que de un científico español – Juan Carlos Izpisua – y sus colaboradores chinos.
Ya lo reconocen abiertamente en sus publicaciones científicas.
¿Por qué se ese afán de hacer quimeras entre hombre y animal?
Las razones de la ciencia son muchas. Por ejemplo:
- Para estudiar partes del cerebro para así atajar el Alzheimer
- Para crear órganos humanos para futuros trasplantes
- Cualquier otra rama de la medicina y la enfermedad que se considere oportuna
Con unas razones tan loables parece difícil poder rebatir la necesidad de estos engendros.
Para tranquilizarnos, los científicos del mundo que están detrás de estos proyectos dicen que la intención no es de crear seres híbridos sino simplemente usar estas técnicas para poder ayudar a curar las enfermedades que nos aquejan.
La realidad, por supuesto, es otra muy diferente.
Hay que entender antes de nada el proceso por el cual la “ciencia” nos lleva hasta este punto.
Las enfermedades que estos “científicos” quieren curar son provocadas por esos mismos científicos en la implantación paulatina en la sociedad de elementos artificiales en forma de dietas y tecnologías varias, volviéndonos seres cada vez más enfermos.
Todo funciona bajo el paradigma sagrado de “Problema-reacción-solución” o de manera similar “tesis-antítesis-síntesis”.
Nótese también que es más que discutible que para poder curar esas enfermedades varias que azotan como una plaga a la humanidad, haya que acudir a mezclar genomas humanos y animales.
Pero aquí de nava vale la lógica.
Si la introducción de las dietas y estilos de vida modernos – repletos de tecnologías disruptivas – han hecho que las enfermedades degenerativas aumenten de forma exponencial, la solución de las élites científicas es la de introducir “soluciones” aún más modernas, cuando lo que es evidente es que es esa misma vida moderna, llamémosla de carácter socialista-comunal, la que ha llevado a la degeneración en primer lugar.
Visto así es fácil entender que toda la dialéctica detrás de esos programas para resolver nuestros problemas es maligna.
¿Qué pretenden entonces con estos estudios para crear quimeras humano-bestia?
Pues nada menos que avanzar en la realización del ideal andrógino.
No se trata de otra cosa.
Todo lo demás, todas las excusas o motivaciones no son sino cortinas de humo para la construcción del ser autómata.
Ese ha sido el objetivo de los alquimistas sociales desde el comienzo de este mundo. La fusión del hombre y la bestia es una de sus alquimias favoritas, la cual lleva desde el principio de la civilización.
Ejemplos de estas representaciones se pueden encontrar hasta la saciedad en las civilizaciones más antiguas como la egipcia o sumeria.
Muchos se preguntan el por qué de esa veneración de la mezcla del hombre y anmial o teriantropía por los antiguos, sobre todo por los egipcios de antaño.
Las respuestas suelen ir por el camino de explicar el fenómeno como una representación de lo que esos animales significaban en la naturaleza. Por ejemplo, Sekhmet, diosa de la guerra, tenía esa cabeza de felino por el carácter feroz del mismo, cumpliendo así la asociación ferocidad-guerra.
Sin embargo, hay que ir más allá de eso en la adoración de las formas humanoides de tipo bestial.
Detrás de ellas subyace un culto más sutil que el de asociar fenómenos. Ese culto es el que empuja el avance del mundo: el de la androginia.
Esta androginia bestia-hombre no es sino una más de las muchas que conforman el avance hacia el punto metafísico que significa el Cubo, algo de lo que hablé en «Los pilares de la androginia«.
Esta androginia, la del Hombre-Bestia es muy importante ya que era una de las más evidentes, siendo así tratada en la antiguedad de manera bastante clara.
Las otras fusiones, como la de géneros, edades, plantas o máquinas no podían ser representadas de la misma manera. Unas por limitaciones «morales» como la de la edad y otras por limitaciones tecnológicas como la del robot. Ciertamente los sumerios de antaño no entenderían unas figuras con forma de robot metálico.
¿Hasta dónde llegará la quimera hombre-animal?
Los pasos decivisos ya han sido dados.
Al igual que las otras fusiones, el pistoletazo de salida fue dado ya hace tiempo.
Ahora ya es solo cuestión de tiempo que el genoma humano empiece a ser tocado de manera cada vez más atrevida con genes animales.
Ya se han creado experimentos creando cerdos con células de monos en sus órganos, y aunque nos digan que son un 99% cerdos, no dejan de ser fusiones de especies, o sea avances hacia el ser andrógino.
Lo mismo ocurrirá en los humanos. Con la excusa de crear esos órganos para transplantes, o para curar tal o cual enfermdad, se empezarán a implantar elementos de otros animales en el ser humano.
O incluso veremos motivos aún más fantásticos, con a saber qué «tesis» para poder meter la fusión del humano con el animal.
Lo único seguro es que dicha fusión tendrá lugar y será cada vez más atrevida, hasta llegar a un punto final en el que acabe incorporada en el transhumano.
La fusión vendrá precedida de una confusión gigantesca ya que el proceso es una amalgama de todas las demas fusiones, las que van tomando además un carácter cada vez más grotesco, que se van acelerando en el momento actual, así como entramos ya en la fase final de la espiral, o sea el camino que desemboca en la androginia.
Eso para el cristiano es lo que se entiende como la realización de la Bestia.