Una de las cosas que más están de moda en los medios de masas mundiales en relación con la salud es el tema de la guerra contra los opiáceos, sobre todo en los Estados Unidos y el Reino Unido.
Según dichos medios de masas, el Estado y prácticamente la totalidad de la opinión pública, tanto de masas como no de masas, parece que están de acuerdo en que estos opiáceos son malos porque son, después de todo, una droga.
Solo aquellos que los están usando alegan que los mismos les vienen bien.
Pero, ¿Para qué les vienen bien?
Según los medios de masas estos enfermos están enganchados a estos opiáceos y ese es el verdadero problema.
Según esos pacientes, el dolor que tienen solo es aliviado con opiáceos.
El asunto es bastante sencillo, en realidad.
Una cuestión importante que nos podríamos hacer es ¿Por qué es necesario el uso de tantos opiáceos hoy en día?
Todo el mundo sabe que la morfina es el remedio por antonomasia a la hora de realizar las operaciones más fuertes en los hospitales.
En ese sentido parece que hay consenso de que los opiáceos son los mejores defensores contra el dolor extremo.
Sin embargo, lo que no es de esperar es que una vez salgamos del periodo de hospitalización deberíamos seguir con dichos opiáceos mucho tiempo.
¿Por qué hay tanta necesidad de opiáceos hoy en día?
Esto es un tema bastante complejo, en realidad, porque para entender el porqué de mucha gente tomando esas pastillas de oxicodona o longtec, esos medicamentos considerados como “sustancias de control”.
Dichas pastillas son requeridas por estos pacientes por un problema bastante serio de dolor crónico.
Lo que no dicen desde el sistema es que los casos de dolor crónico provienen en una gran mayoría de los casos, del propio sistema y sus nuevos “tratamientos”, que supuestamente son los mejores para nuestra salud.
En el artículo que escribí sobre como curar las fracturas, ya describí el proceso por el cual una cosa tan sencilla como un hueso roto era convertido en una operación quirúrgica hoy en día.
Esas operaciones quirúrgicas, donde perforan huesos importantísimos con clavos gigantescos, ocasionan, en no pocos casos, unos problemas de dolor que pueden llegar a mantenerse en el tiempo por mucho tiempo: es decir, dolor continuo y persistente años después de la operación.
Si no que se lo pregunten a la gente que tiene esos metales en las piernas u otras partes del cuerpo, pues seguro que muchos de ellos contestarán que siguen padeciendo desde algunas molestias al intentar hacer algun deporte, a dolor casi constante a largo plazo.
Esto era algo que no se daba en absoluto no hace tanto, cuando este tipo de problemas eran tratados con las típicas escayolas, en cuyo caso el dolor desaparecía unas semanas después del arreglo.
No hacían falta ni equipos de cirugía, ni innumerables visitas a los hospitales durante años, ni tanto opiáceo.
Lo que quiero decir es que la “crisis de los opiáceos” de la que tanto se habla en los Estados Unidos, por ejemplo, es en realidad una “crisis del dolor”, que es el verdadero motor que hace que la gente esté reclamando este tipo de solución, la única verdaderamente efectiva cuando tienes un dolor similar a como si te estuvieran clavando una navaja constantemente.
La guerra de contra los opiáceos en los medios
Los medios de comunicación de masas no hacen sino repetir el mantra de que los opiáceos son malos porque son adictivos, son drogas.
En eso estamos de acuerdo: tienen un componente adictivo.
Lo que no dicen los medios es que los sistemas de salud actuales se han convertido en expertos en crear dolor.
Casos como el de Prince o Tom Petty, recientemente, no hacen sino exacerbar aún más el asunto, ya que en los medios no se paraba de mencionar que la muerte de estos artistas tenía que ver con esos opiáceos tan malos.
Claro, cuando ves un caso como el de Petty, y te das cuenta de que el mismo tenía dolor crónico por una rotura de cadera, puedes enlazar perfectamente lo que comento sobre las “soluciones modernas” a las fracturas.
Según los datos de los Estados Unidos, más de 55.000 ciudadanos de ese país han muerto de problemas de sobredosis de estos medicamentos.
Sin embargo, este mismo organismo: el Estado americano, como tantos otros, es el que promueve la realización de operaciones de cirugía de carácter extremadamente invasivo para cosas que antes eran tratadas de manera opuesta.
No se pregunta que si quizá, los sistemas de salud “avanzados” dejasen de usar tantas técnicas modernas para muchos problemas y se basaran en los métodos tradicionales, el uso de opiáceos bajaría de manera dramática.
Medir el dolor es muy difícil
Claro, como los que defienden este tipo de medidas nunca han experimentado el dolor de haber pasado por un trauma causado por un accidente y la posterior operación, no podemos esperar gran cosa. Es más, como la mayoría de la gente de hoy en día ya nunca ha experimentado lo que es una escayola de verdad, por ejemplo, ya no hay manera de comparar dichas alternativas.
La gente tiene una confianza ciega y total en el Estado.
Una confianza de carácter casi religioso.
Si el Estado dice que hay que operar con martillos y taladros eléctricos gigantes una simple fractura de tibia, entonces es porque esa debe ser la mejor solución.
El mismo Estado tiene un gran interés en retirar ese uso de los opiáceos para la gente con dolor crónico.
Una de las soluciones que el Estado ofrece para “paliar” y hacer el tema más llevadero, es el ofrecimiento de las típicas pastillas contra la depresión o la ansiedad, porque por alguna razón han determinado que las mismas no son muy adictivas. Sin embargo, intenta que alguien que toma esos medicamentos los deje a ver qué pasa.
Lo curioso es que en este tema, incluso una mayoría de los que apoyan los métodos de medicina alternativos no pueden evitar estar de acuerdo con la tesis estatal y corporativa de que los opiáceos son malos. Después de todo el mal nombre de la heroína tiene una sombra muy larga.
Tampoco se preguntan el porqué del asunto original.
¿Por qué parece ser que hay más gente requiriendo esas soluciones para reducir el dolor?
La respuesta es muy sencilla.
Porque el Estado y sus apéndices, son expertos en la creación en dolor, por decirlo de una manera suave.
Es aquí donde podemos ver como el Estado tiene un carácter un tanto inverso, un tanto malévolo, pues los sistemas de salud, más que protegerla, parece que están intentando destruirla.
Lo que prácticamente nadie se plantea es que, en realidad, el Estado y aquellos que lo controlan, está bastante interesado en que el dolor vaya en aumento.
Para ello la eliminación de los opiáceos es algo necesario.
Cuanto más dolor haya, más necesidad de Estado tendrá la gente, que en un futuro no sabrá ni lo que eran los opiáceos.
Las soluciones futuras supongo que vendrán por parte de “opiáceos sintéticos” y cosas incluso más raras, como realidad virtual o a saber qué.
Este es otro ejemplo del síndrome de Estocolmo en las sociedades humanas, donde el lobo acaba haciendo migas con la gallina, por lo menos durante una temporada, antes de devorarla totalmente.
El Estado en este caso es el lobo.
El dolor es su energía.
Cuanto más dolor más necesario será el mismo Estado “proveyendo” otras soluciones.
Detrás de todo ello hay muchos intereses. Intereses muy poderosos, y no solo hablo del dinero.
Saludos