Hay una tendencia que se va haciendo cada vez más fuerte a medida que avanzamos en las últimas fases de la era capitalista: el veganismo.
Como en su día comprendió perfectamente Weston Price en sus numerosos viajes, y muy a su pesar, por cierto, las dietas de los pueblos humanos dependían, sin excepción, de las proteínas y grasas animales, las cuáles se obtendrían de las fuentes disponibles en las determinadas latitudes.
Los esquimales dependían de grasas de animales de los polos, los cuales comerían crudos, en buena medida.
Los indígenas de las diferentes islas usarían lo que encontrarían más disponible en esos territorios, desde mariscos a pequeños animales terrestres.
Incluso los domesticados hombres y mujeres de las zonas civilizadas como Europa o China, seguían consumiendo grandes cantidades de grasa animal de algún tipo. Todo el mundo sabe del apetito chino por los insectos.
En la India, sin ir más lejos, la protección sagrada de las vacas tenía mucho que ver con mantener la provisión de Guee (matequilla para freír) y leche.
En Europa, los mayores consumos de proteína se daban en las clases más pudientes, por el hecho obvio de que la proteína animal era un alimento mucho más caro que el pan u otros alimentos vegetales.
Con el advenimiento del capitalismo avanzado de nuestros días, fruto de la acumulación de capital durante siglos, el hombre se ha vuelto confortable y, por tanto, dócil.
También es cierto que solo la agricultura y los alimentos relacionados con la cultura del carbohidrato han sido responsables de la expansión demográfica del hombre.
Esa cultura del carbohidrato sirve para nutrir al hombre de manera deficiente pero lo suficiente como para permitir que el mismo crezca como una plaga de langosta.
Esto nunca podría haber ocurrido en una dieta natural, obviamente.
Carácter vegetal del fin del capitalismo (y nacimiento del socialismo)
Este tema del aumento dramático de la confortabilidad ha traído la enfermedad social en todos los aspectos: físicos y espirituales.
Esto es algo que los alquimistas sociales conocen perfectamente y en lo que llevan trabajando desde siempre.
Con la explosión del confort llegaron las primeras ideas socialistas, y con ellas todo lo relacionado con el carácter vegetativo que les rodea.
¿Por qué tiene el socialismo carácter vegetativo?
Porque es un sistema que conlleva a la paralización, o como diría Guenon a la solidificación del mundo.
Pero el carácter verdaderamente siniestro de esto viene por el hecho de cómo será usado el veganismo en el final de la era, ya que el mismo cumple el requisito fundamental de que todos “somos uno”, incluidos los animales.
Como ya deberíamos saber, el ideal y religión socialista no acaba en el hombre, de hecho es un ideal que no tiene fin, y que eventualmente lleva a la igualación con todo lo existente, incluso el mundo vegetal.
En esta igualdad final, no hay lugar para diferencias entre edad, género, religión y ni siquiera entre especies.
Por ello, la consecuencia final del socialismo es un mundo en el que los animales tengan el mismo derecho a vivir que los hombres.
Ese es un mundo, que a fuerza ha de ser vegetariano o vegano, y que como mucho solo permitirá el consumo de algún tipo de alimento animal para mantener la subsitencia de la marabunta humana.
Lo curioso del asunto es lo siguiente: al encontrarnos en un mundo de carácter invertido, aquellos que gestionan los asuntos de la granja humana seguirán consumiendo carne animal, pero de manera privada.
Es decir, estos alquimistas de lo social son los que presentarán el orden mundial en el que estará prohibido comer carne animal, porque es “malo”, y harán creer que ellos son los primeros que no lo hacen.
Obviamente, dichos alquimistas saben que con el tipo de dieta vegetal la vida humana es extremadamente precaria y pasto de enfermedades mentales y físicas de todo tipo, por lo que harán justo lo contrario de lo que predican.
Es algo equivalente a la propiedad privada y pública.
Los principales intelectuales y propagadores de la adoración por la propiedad pública son precisamente los mayores capitalistas mundiales.
En otras palabras, estamos hablando de mentirosos de profesión.
Todo el mundo tendrá que comer vegetales en su mayoría sintéticos, mientras estas élites de alquimistas sociales comerán los más suculentos manjares de sangre y carne en la privacidad de sus mansiones.
¿Por qué va aumentando la aceptación del veganismo?
Porque es un sistema que se auto-refuerza.
El hecho principal es que es una filosofía que predica una idea de “amor” y “ no agresión”, algo que la hace ser adoptada incluso por muchos liberales (libertarians en inglés) que según la lógica serían los primeros que deberían oponerse a la misma.
Según esta ideología, el hombre no tiene derecho a hacer daño a los animales (aunque se les olvida que las plantas también son seres vivos), al igual que no tiene derecho a hacer daño a otro hombre salvo en defensa propia.
El problema, aquí, es no ver la verdad: todo ser en este planeta se alimenta de la muerte de otros seres, ya sean animales de plantas, o animales de otros animales.
No hay excepción a esta regla.
Al crear campos para cultivar soja también se matan los animales que viven en esa zona y se destruye todo el ecosistema.
Por no hablar del hecho de que las plantas, aunque no griten, no gustan de ser comidas, y para eso se protegen con gran cantidad de antinutrientes.
Además, cuando se hace este tipo de dieta indirectamente realizas un acto de auto-fagotización; es decir, te «comes» a ti mismo, o en otras palabras: te auto-torturas, con lo que no estás evitando el «dolor» de este mundo.
No hay manera de escapar al círculo de la muerte de este mundo.
Pero el problema no queda ahí.
Como dije antes, esta es una cuestión que se auto-refuerza.
¿Por qué?
Porque a pesar de lo que parezca, y aunque mucha gente se da cuenta del error después de caer en la trampa, buena parte de los que van cayendo en la trampa vegana acaban por desarrollar severos problemas mentales, hasta el punto que acaban por distorsionar por completo la visión que tienen del mundo y su alrededor, no pudiendo ver la verdad ni aunque la misma esté delante de ellos, con solo mirarse en el espejo.
Al desarrollar autismo, perdida de memoria y muchas más cosas, estas personas se convierten en seres con menos capacidad de pensar por sí mismos, y más susceptibles de manipulación.
La era socialista y el veganismo
De esta manera, el veganismo ha de ser, por naturaleza y correspondencia, el sistema de alimentación de la era socialista, conocida entre otros nombres también, por la Era de Acuario.
Una era en la que el veganismo ha de cumplir una función primordial.
Esa función es la de llevar la salud del hombre a extremos infernales, en todos los sentidos.
Vegetarianismo forzado en la hiperinflación socialista
Uno de los ejemplo donde podemos ver que el vegetarianismo o veganismo están intensamente relacionados con el socialismo es cuando se dan las hiperinflaciones, casi siempre en estados donde el estado ha tomado control importante de la economía o sociedad como los casos recientes de Venezuela o Zimbabue.
Lo primero que desaparece en esos fenómenos de hiperinflación provocados por políticas de corte colectivista es la carne, el pescado, los huevos, el queso y la leche de los supermercados, sin excepción.
En este sentido es fácil ver que la implementación del vegetarianismo por obligación solo podrá ser llevada a cabo de manera total en un sistema de corte socialista despótico.
¿Por qué?
Porque si aún nos fijamos en las dietas de la mayoría de los países del mundo se hace muy difícil que los mismos prescindan por las buenas de sus carnes y pescados.
Si no, solo tenemos que darnos una vuelta por las calles de Bangkok, Calcuta, Shanghái, Lagos, México D.F., Tokio o Bogotá.
Los platos llenos de proteína y grasa animal en esas culturas son evidentes.
Las mismas no renunciarían a la inclusión de los mismos tan fácilmente.
Para que ello ocurra a escala global casi que sería necesaria una coordinación global a escala nunca vista: una coordinación que solo podría ser llevada a cabo por un Estado global despótico, con un líder indiscutible; un líder de carácter religioso, obviamente.
Esa visión de un Nuevo Orden Mundial socialista vegano no está tan lejos como pueda parecer a primera vista.
Será un mundo en que las cosas funcionarán a la perfección al menos en teoría y apariencia.
Sin embargo, a pesar de las apariencias enmascaradas por la sutileza fantasiosa del Estado, será una sociedad totalmente enferma, tanto física como mentalmente.
Una sociedad de humanos totalmente domesticados, incapaz de pensar por sí mismos, y semejante a los reinos vegetales o a los reinos de abejas u hormigas, solo que estos últimos, al menos, mantienen algo más de vitalidad.
Es por eso que este humano final, el Manú vegano que tanto han buscado los alquimistas, no será sino un ser carente de conciencia y humanidad.