2001 Odisea en el espacio es una de las obras maestras de la historia del cine.
Una película misteriosa como ninguna otra.
Las interpretaciones que ha tenido son innumerables, así como los debates a los que ha dado lugar.
Esta película nos cuenta de una manera simbólica constante la historia de la humanidad así como el proceso de “iniciación alquimista”, de una forma alegórica.
Después de todo, la película trata sobre el cubo negro, o sea la piedra la “piedra angular” o “Roca de la fundación” de la alquimia.
La “Gran obra” alquímica, que trata nada más ni nada menos que en la “transformación del espíritu humano”. Solo que pocos entienden de que va esta “transformación”.
La mayoría, engañados, piensan que esta transformación significa el ascenso espiritual, cuando en realidad se trata de todo lo contrario, es decir, la “transformación del espíritu en materia”.
Y aquí es donde deberíamos sustituir la palabra “transformación” en caída. La más dura y perversa de todas las caídas posibles.
Una caída que solo el demonio puede orquestar.
Aparte de la exaltación del “cubo negro” – que no es otra que la exaltación a Saturno – la película nos muestra el camino y verdad de la humanidad, comenzando por el “Nacimiento del hombre”, que, como no, no era más que un mono embrutecido.
Aquí Kubrick nos muestra la verdad de la Evolución, donde el hombre viene del mono, el cual viene de bacterias, y todo ello por “accidente”, supuestamente, pues la destrucción de los dinosaurios supuso la aparición – ¿fortuita? – del hombre. ¿O también tuvo que ver el monolito negro con la destrucción de los dinosaurios?
Aquí debemos de deducir que la destrucción de los dinosaurios fue fortuita, por “aquel meteorito”, y que de algún modo, la raza avanzada, suponemos que espiritualmente, de aliens, apareció más tarde, para ayudar a la evolución del hombre.
Aunque me pregunto quién fue el que ayudo a ese monolito a evolucionar en primer lugar. ¿Fue otro monolito? Pero la cuestión es: ¿Quién enseño al primer monolito?
No obstante, volvamos a la película.
La aparición del monolito, significa la “iluminación” del mono, el cual aprende, por “inspiración monolítica”, cabria decir, el uso de las armas, con la famosa escena del hueso.
Con ello, el hombre aprende a cazar y a hacer la guerra de una manera “evolutiva”, ganando una ventaja en la carrera por la evolución, con respeto a otras tribus.
Luego de esto, la película nos salta hacia el “presente”, donde el hombre está en la luna, y descubre otra vez al monolito, el cual parece haber estado ausente en el interludio de la historia humana por unos cuantos millones de años, volviendo a aparecer en este momento, el cual se supone de una importancia especial.
De alguna manera Kubrick nos está mostrando el siguiente gran paso en la “evolución”, “iluminación”, “iniciación”, o como queramos llamarlo, del hombre.
Curiosamente, con el descubrimiento del monolito, el representante político espacial que habla con la tripulación, les dice que por el bien del público, tendrán que mantener el descubrimiento en secreto, y que para la puesta en conocimiento del mismo, tendrá que haber un “acondicionamiento” especial.
Evidentemente, todo el tema requiere de un gran “acondicionamiento del público”, el cual no es el de la película, evidentemente, sino los espectadores que ven la escena a través de un rectángulo que no es en sí, diferente de un monolito negro acostado, representación sublime de que lo que estamos presenciando en la “realidad” no es más que teatro, o sea, mentira.
Júpiter y Saturno en 2001 una Odisea
La película sigue con la visita al monolito lunar, y posteriormente la visita a Júpiter, de donde se supone que parte la comunicación con el monolito lunar.
Curiosamente, el planeta original a incluir en la película no era Júpiter, sino Saturno, el cual no pudo tomar parte por una supuesta dificultad en la representación de sus anillos. Esto, nos muestra en realidad, la verdadera conexión del monolito-cubo negro y Saturno, verdadero origen de la señal.
En el viaje a Saturno, la tripulación se haya acompañada por HAL, un superordenador que al final de la misión acaba por tomar “conciencia” y adquirir una especie de “alma”, rebelándose contra la tripulación, cuyo único superviviente acaba por “desconectarlo”.
En estas escenas podemos ver claras referencias a la simbología del rojo y el azul, en clara alusión a los dos pilares de nuestra realidad.
Así mismo, las alusiones al número nueve son constantes.
En particular hay una bastante curiosa, en la que los dos pilotos “despiertos”, están hablando con HAL 9000, pues ese era su nombre, al cual nombran en varias ocasiones, mientras la cámara enfoca a los dos hombres uno al lado del otro, representando de manera subliminal los dos pilares, o visto de otro modo, al 11, en lo que podríamos considerar una alusión casi imperceptible del 911.
Tema que se vuelve más curioso si cabe cuando consideramos que el mismo título de la película nombra el 2001, año en que precisamente tuvo lugar el 911, y la “unión simbólica” de los dos pilares, en lo que podría considerarse como el preámbulo de la Era de Acuario, la era Andrógina.
Esta parte es una clara referencia al transhumanismo y a la conexión del hombre y a máquina, o cómo podríamos decir también, la carne y el clavo, o la atadura final del hombre en la materia, para al final, alcanzar la “iluminación definitiva”, que no es otra que el viaje “astral” más allá de Júpiter (Saturno), en una de las escenas más enigmáticas de la historia del cine, después de viajar codo con codo con el monolito, y su alineación final para alcanzar el siguiente punto de la “Gran Obra”, que no es otra que la de la Cábala.
El astronauta llega a una habitación cerrada, donde pasa sus últimos momentos, y donde aparentemente, “aprende” la verdad, momentos antes de morir, donde ya decrepito, ve por última vez al monolito y “comprende”, para acto siguiente, nacer de “nuevo”, como “Hijo de las estrellas”.
Ese hijo de las estrellas es la referencia al Gran Salvador que llegará para unir al mundo. Curiosamente la película se hizo en 1968, 33 años antes del ritual del 911. ¿Quizá estaban celebrando el nacimiento o cumpleaños de algo? ¿Quién del Hijo de las estrellas?
El eterno morderse la cola de la serpiente Ouroboros o el signo infinito del “Eterno retorno”, lo cual nos dice, que estamos en una especie de ciclo cerrado, es decir, en una “prisión”, y que el astronauta, en realidad, no ha escapado del ciclo, sino que vuelve a “nacer”.
Todo este relato del ascenso del hombre, de la compresión de su lugar en el Universo, de la realización de la gran obra hasta alcanzar el Kether, y lo necesario de la intervención del monolito para ayudar al mismo en sus saltos evolutivos, sería muy bonito, si no fuese por una sencilla razón: que evidentemente todo está basado en mentiras.
Cosas fácil de comprender cuando sabemos que el orquestador de todo esto es el mentiroso por antonomasia.
Y es que ni el hombre ha evolucionado del “mono”, en millones de años, ni la luna, el sol y los planetas es lo que nos enseñan en la película, ni la Tierra se mueve, ni nada de eso.
Claro está, que para que el hombre acepte el final de la “Gran Obra”, es decir, que es un “número”, primero habrá que acondicionarlo para aceptar esas teorías de un tiempo y un espacio infinitos, donde el mismo no tiene más importancia que por decirlo de una manera, un grano de tierra.
En ese sentido, la película es una obra maestra del “acondicionamiento”, acompañando perfectamente el espíritu de la época, donde el hombre está ya plenamente preparado para dar la bienvenida a los “creadores del espacio”, que, por supuesto, también, no son más que “números”.
Pero evidentemente, el orquestador de todo esto, sabe que el hombre no es solo un “numero” compuesto de materia, sino que es algo mas, algo por cuya lucha, todo esto ha sido puesto en marcha.